
La función, la muy seria función del racismo, es la distracción. Evita que hagas tu trabajo. Te mantiene explicando, una y otra vez, tu razón de existir. Alguien dice que no tienes lenguaje, así que pasas 20 años demostrando que sí lo tienes. Alguien dice que tu cabeza no tiene la forma correcta, así que ahí tienes a los científicos demostrando que sí. Alguien dice que no tienes arte, así que lo excavas. Nada de eso es necesario. Siempre habrá una cosa más.
Toni Morrison
Leerla es deslumbrante. De pronto una siente como lectora que todo ha sido puesto en su lugar. Negro, blanco, blanco, negro, ya no es tal sino la selva que los blancos han plantado, solo eso. Y uno lo aprende y se avergüenza pero también sueña y se yergue a causa de su esperanza, esa que le hace decir: Morimos. Ese puede ser el significado de la vida. Pero hacemos el lenguaje. Esa puede ser la medida de nuestras vidas.
Ámala, me dijo Roberto cuando supo que quería hacerle el más pequeño de los homenajes, y me conmoví porque recordé sus novelas, al menos las que yo he leído. Recordé el acto de justicia que significa cada una de sus obras que finalmente para eso es la literatura: para establecer con puños y dientes los actos de justicia de los que carecemos diariamente. Y pensé en mi tierra, y en todos aquellos que al escribir, al crear, no se olvidan del universo completo: razas, clases, posiciones, decorados de los hipócritas, escenarios de los mentirosos, exclusión, olvido y desprecio de los trashumantes, migraciones innumerables que nos signan cada día y la terrible marca de las diferencias.
Toni Morrison si es cierto que ya no está, debe haberse muerto de espanto: el 3 de agosto se repite la historia. Esa que ella hubo de vivir a lo largo de sus años niños, de sus años jóvenes antes de hacer callar a los sinvergüenzas con sus libros, su fama, sus méritos, sus premios. Negros, árabes, afroamericanos, centroamericanos, mexicanos…“Mi objetivo era matar mexicanos tantos como fuera posible”,ha declarado el asesino de Texas.
Dos días después ella se va. ¿Alguien viene a ocupar su lugar? ¿Alguien puede decirme qué hacemos con tantos cadáveres nacidos a causa del odio que nuestra piel y nuestros huesos provocan?
Ámala, dijo Roberto. Leámosla, agrego yo.