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Carolina Olguín: la memoria y la geografía

agosto 19, 2019Deja un comentarioPoesía, Portada CreacionesBy Renato Tinajero
Imagen cortesía de Carolina Olguín

¿Cómo se escribe un poema desde la memoria? Canicular, el libro de Carolina Olguín publicado por el sello jalisciense Mantis Editores-Luis Armenta Malpica, ata esa memoria a una geografía personal. La memoria de la poeta se enlaza con un paisaje, y aún más: con la naturaleza azarosa y dispersa de ese paisaje. Es el paisaje árido del noreste mexicano, el paisaje del río seco (el Santa Catarina, según ha referido la poeta) y de la vegetación agreste. Ese es el paisaje que la poeta ha aprendido a amar.

¿Cómo mostrar en palabras un paisaje así, “primer círculo del desierto”, germen de desolación? El paisaje mismo es fragmentario y Canicular es, con acierto, un libro fragmentario que elude la continuidad artificial de un relato. Quizás por eso sus palabras logran una evidente fuerza de evocación, de empatía con el lector que se deje envolver por ese paisaje donde siempre es mediodía, donde las cosas y los actos se nombran como son, libres de sesgos y de sombras.

Los poemas de Canicular visitan y revisitan el palimpsesto de la memoria y, con versos que eluden cualquier ornamento fácil, crean belleza, una belleza reseca y firme como las piedras del río, como las espinas del mezquite, como un camino que se quema al sol.

Carolina Olguín (Monterrey, Nuevo León, 1978) es poeta, profesora de Lengua y Literatura y editora independiente. Realizó estudios en Letras y Educación en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es autora de Libro de la vigilia (Abismos Casa Editorial, México, 2014). Sus poemas, ensayos y reseñas han aparecido en publicaciones como Tierra Adentro, Revista de la Universidad de México, Armas y Letras, así como en antologías nacionales y periódicos y revistas sudamericanas.

Renato Tinajero

****

Fragmentos de Canicular

Bajo un pirul

Anidamos horas enteras bajo un pirul monte arriba

a ratos el sol pegaba y entonces yo me escondía en la covacha de tu brazo

a ratos corría un airecillo de romero, resina y mixtura de gente a caballo.

Acuérdate que vimos crecer nopaleras como aros de silencio.

Acuérdate del amor mientras contemplábamos flores espumosas que la niebla barrió.

De repente, chiflaba ese agudo que viaja entre colinas

y troncos desvencijados

ruinas de adobe.

Todo lo que dura en lasitud un cosquilleo

lidiamos con cerrazones, extraños, semivencidos.

Nuestra existencia

un puñito en una sensación de cueva con boca al cielo

los cerros por los lados, sin vista ni al oriente.

Era el último día del año

era aquello que siempre recuerdo cuando recuerdo un pirul

un árbol del Perú

un vaquero que nos dijo el nombre de ese mechón

de falsas cerecillas que acariciamos

un atajo por el río y los vericuetos de bajada

un cañón, yo tras quién sabe qué imposible

tú sin lograr un puente

para espantar mis muy profundas necedades.

Al regresar de la mano: una aureola

niños que se adentran al primer círculo del desierto.

****

Mezquital

a mi hermana Patricia

Detendría la marcha por ese mezquital cobrizo

a la caída de la tarde.

En la ribera, los mezquites con sus vainas tembeleques

se aferran como muchachos mal nutridos

esperando la ruta de un aironazo.

Mezquital era un camino de cercas y papá con naranjas en una bolsa de red.

Cada mes al panteón peregrinaban las dos niñas y la madre con él

papá hacía los pagos y de vuelta no sé si odiaba el lodazal

o me creía en una aventura de bosque deshilachado.

Mezquital donde acababan las casas y los pies entre estiércol e inclinación de caballerizas.

Dame otra naranja, papá, que tengo sed

y aún no llegamos al camposanto.

****

Árido valle

A la sombra de una anacahuita, Narciso se desnuda.

Está que no comprende lo extraordinario de este bosque que mudó en árido valle.

Presa de un encantamiento, de las ninfas sólo escucha estremecerse la yerba

motores de autos lejanos.

Carrizos atoran en el arroyo el cuerpo de una niña

—salió de la secundaria y aún no regresa.

Mas nada penetra ese velo que es la soledad de Narciso

en su embudo lento, noche sin semilla.

La anacahuita florece

no hay sequía que la mate en el desierto.

****

Sobreabundancia

Ella soñó el río con agua limpísima

caudaloso

dijo que fue un sueño

pero todo este tiempo la he escuchado

tras una cortina líquida

repetir

que fue un sueño todo este tiempo

caudaloso

azul

corriendo a nuestra espalda

creciendo un ojo de agua

hasta el cuello

una catarata

la he mirado repetir

casi ida

el río del sueño

recostarse

en sus meandros

tomar velocidad

secarse

crecer una zona

intermedia

un silencio

de filtros minerales

que su cuerpo

chorrea

el olvido de un junco

entre pálidas

espigas

embarcaderos

de flotantes

amarras

nenúfares

de una paciencia

que nunca vio

mientras su inmenso

vientre crecía

en filo

un alud

giraba una turba

de moscos de agua

el centro o el sueño

un pozo de solícita

sobreabundancia.

Ella me susurró un inicio

para esta historia

y cada vez que a solas

marea

todo lo devuelve

y cada vez que a solas

devuelve

baja el nivel del mar.

****

Rosal

Y cuando arrojes flores en la corriente

no mires cómo se alejan

y para bajar a los infiernos

una lira de madera, un solo bloque

cuando en ríos subterráneos, no vuelvas el rostro

y donde hallares hartas espinas, has llegado al desierto

cuando llora y llora un niño, si nada se compone

y donde papalote negro, mientras nadie lo pronuncie

cuando luna nueva, si la mujer está sangrando

y si la yema roja, rociar de pies a cabeza

reposar al alba o hervir una nada

y no más de una pizca, después un salmo

colgarlo en el quicio y dejarlo airear

un trébol guardado, y todo ello un solo presentimiento

el sino, el hado, el destino que dicen es fabricación

pero dame la mano, pon tu argolla y sella todos los idus

escarceos, vueltas al sol, eras

séllalos con una poda de rosal.

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CanicularCarolina OlguínMantis EditoresMonterreypoesía
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Sobre el autor

Renato Tinajero

Autor de relatos, ensayos, así como de los libros de poesía Yorick (Diáfora, UANL, 2008) y Fábulas e historias de estrategias, obra esta última con la que mereció el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2017. Nació en Tamaulipas en 1976, pero radica en la ciudad de Monterrey, donde se desempeña como profesor universitario.

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