
Quisiera comenzar esta diatriba citando a Abel Muñoz Hénonin, que al hablar sobre el presente del cine mexicano expone lo siguiente:
“En México el cine no se piensa en presente ni en futuro. Se trata de un fenómeno cuando menos curioso si se toma en cuenta que una parte de la producción es vista constantemente en salas y que otra parte se ha ganado un lugar en el circuito global de festivales y cinetecas. Nuestro cine tiene un presente y, a menos que haya un giro radical e improbable en las políticas públicas que lo apoyan, tiene un futuro. Sólo que la leyenda de la Época de Oro, que galopa fantasmal con los brillos de los trajes de charro y los ojazos negros de nuestras divas, parece más viva que la actualidad. En México, entonces, el cine se piensa en pasado, en un pasado breve, glorioso y explosivo, como la Revolución, al que sería ideal volver, aunque sea imposible. Soñando con su propio pasado, la industria fílmica ha construido un mito más potente que cualquier dato o informe de la realidad porque se trata de una utopía retrospectiva: el pasado donde todo era mejor de los conservadores y que tiene gran arraigo social y político en México. Concretamente el mito es un constructo parecido a éste” (Hénonin, 2018).
Y es que escribir sobre cine mexicano aparentemente nos remite a hablar de fantasmas de un pasado que no se niega a ir. Quizá porque hemos crecido con la constante reposición de las películas del cine de oro en la televisión, se nos ha vuelto una especie de punto de referencia cuando hablamos o escribimos cualquier cosa sobre cine mexicano. Sin embargo, creo que para elaborar estas notas sobre las disyuntivas del cine mexicano, es necesario afrontar al fantasma, hasta dejarlo de lado; nada del nuevo cine mexicano nos remite al paradigma del cine clásico mexicano, quizá algunos modelos de comedia que buscan retomarlo, pero partiendo de nuevas claves de construcción, como Nosotros los nobles (Gary Alazraki, 2013) o Mirreyes contra Godínez (Chava Cartar, 2019).
¿Cómo acercarnos a este cine mexicano actual, tan lleno de paradojas?
Primero hablemos del paradigma del cine popular.
En su libro La ñerez del cine mexicano, el crítico Jorge Ayala Blanco expone una serie de críticas en torno a filme que considera que su búsqueda primordial es lo popular. Lo popular entendido como ese cine que tiene como objetivo gustar a las mayorías.
En México esto se ha entendido como el uso irrestricto de fórmulas recurrentes en los blockbuster de otras latitudes, así como probados recursos de nuestro nacionalísimo melodrama nacional.
Filmes como No manches Frida (Nacho G, Veilla, 2016), Lady Rancho (Rafael Montero, 2018), No se aceptan devoluciones (Eugenio Derbez, 2013), ¿Qué culpa tiene el niño? (Gustavo Loza, 2016), se centran en trabajar fórmulas ya usadas y que su única búsqueda es la historia fácil, el chiste fácil. Sin embargo, en este mismo paradigma fílmico han surgido filmes que merecen ser vistos fuera de los ojos de los críticos que sólo buscamos historias truculentas y complejas narrativamente hablando, me refiero a Nosotros los nobles y Mirreyes contra Godínez, filmes que podrían quedar en esta categoría del cine mexicano que antes que nada mira al pasado (la comedia mexicana), pero que también de manera inteligente solventa historias que no sólo se quedan en el chiste fácil y que apuestan por temas de una actualidad apabullante.
Por otro lado, estaría el paradigma del cine de autor, comenzado en México a partir de la década de los sesenta con el Concurso de cine experimental. Aquí la propuesta está en la búsqueda de una estética personal, atrayente de festivales, filmes que más que formar parte de un cine popular que se decantó más por la propuesta, son más cercanos a la política del autor: El lugar sin límites (1978) de Arturo Ripstein, La fórmula secreta (1965) de Rubén Gámez o La montaña sagrada (1973) de Alejandro Jodorowsky, serían cintas paradigmáticas de este período, que podemos decir que continúa hasta ahora, como Nuestro tiempo (Carlos Reygadas, 2018), La región salvaje (Amat Escalante, 2016), Tenemos la carne (Emiliano Rocha Minter, 2016) o Halley (Sebastián Hoffman, 2012) que ―al menos la primera― parten de construir un cine a partir de la polémica, a partir de la propuesta personalísima.
Otro eje del cine mexicano actual sería el documental, aquí podemos encontrar películas que están creando propuesta. Obras como Tempestad (2016) de Tatiana Hueso, La libertad del diablo (2017) de Everardo González, el semidocumental Navajazo (2014) de Ricardo Silva o Hasta los dientes (2018) de Alberto Saúl Arnaut, entre otros, que están creando un cine mexicano que ve hacia el futuro, con propuestas que no buscan dialogar con el pasado, sino que son obras radicalmente actuales, pertinentes hasta el tuétano.
Mi pregunta es hacia dónde va el cine mexicano. ¿Cuál es su futuro, cuál es su público? Creo que hay varios públicos y no solamente podemos hablar de un cine mexicano popular y otro elitista.
Dónde ponemos obras como Temporada de patos (2004) de Fernando Eimbcke, Las niñas bien (2018) de Alejandra Márquez Abella o Los adioses (2017) de Natalia Beristáin. Incluso películas como Tiempo compartido (2018) de Sebastián Hoffman. O qué decir del cine de Manolo Caro con películas como No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (2013). Filmes que proponen un cine popular, pero de una factura altamente estilizada, que no se encuentra en películas como No manches Frida o ¿Qué culpa tiene el niño?.
Creo que es hora de que planteemos una manera de ver el cine mexicano, ya no pensando en las virtudes de la Época de Oro; si bien podemos dialogar con ella, podemos debatir con ella, pero no debemos ponerla como estándar, debemos de ver hacia otro rumbo.
Es hora de ver el cine mexicano con las disyuntivas de la actualidad y no solamente como lo que queda de un cine que fue y que ahora no es. Creo que el cine mexicano es. Y muchas obras antes mencionadas en este recuento, lo reflejan.
Referencia
Hénonin, M. A. (2018, diciembre, 17). “El sueño de una industria fílmica mexicana”. Revista Icónica. Recuperado de http://revistaiconica.com/cine-mexicano/.