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San Francisco, cuerpo y alma II

septiembre 19, 2019Deja un comentarioCreaciones, Del lector, Portada CreacionesBy Miguel Martínez Jiménez
Imágenes cortesía del autor.

Me dueles, Dolores.

Si vienes de la Mission y subes por toda la diecinueve, como el siglo hadecuenta, topas con Dolores. O sea, la calle y el parque, pero también con una réplica de la mítica campana que Don Miguel Hidalgo y Costilla tocó una madrugada en aquel pueblo mágico de Guanajuato. Si te acercas ves que hay una placa que dice esta copia de la campana libertadora fue donada en 1966 por el querido de la Tigresa. O algo así. Pero eso no es todo. Si le sigues derecho por el caminito, ¿quién crees que te saluda? Don Migue himself te recibe con una mano en el corazón y la otra invitándote a que se la agarres. La mano, manito. Aquí mero en San Francisco, en el otro lado, uno puede revivir una escena de cualquier lugar de México que empiece con un te veo en el monumento a Hidalgo. El otro día así le dije al Gerardo, le dije nos vemos ahí en la parte a donde apunta el cura de las estampitas. Hoy te traje aquí, al Dolores Park, para echarnos en el pasto, así en onda picnic, en facultad de Psicología 2004, y charlar un poco sobre lo que quiero escribir humildemente acerca de nuestra presencia en esta ciudad, y porque ya estamos en septiembre. O sea, para inspirarme, y un poco para que conozcas este parque, que es como una pequeña muestra de lo que viene siendo en sí San Francisco.

La estatua, le dicen los güeros. O más bien, the statue. ¿Cómo es, no? Para ellos es un bato más, otro cura español genocida en la historia, o todos a la vez. El mono, dijeran los regios. Y digo, no es que para nosotros sea la gran cosa tampoco, no es como que la raza se persine cuando pase, pero por lo menos, en el menor de los casos, te recuerda a la primaria. O a un parque. A una calle. A un barrio o colonia. A un estado o ciudad de origen. Bueno, hasta a una telenovela, #LaAntorchaEncendida, repito, en el menor de los casos. Ahí está Don Miguel con su pelona llena de caca de pájaro, en contemplando la impermanencia, y con una su placa que dice libertador de México, qué fuerte. Según él siendo nuestro Simón Bolívar, haz de cuenta, ja, ni tiempo le dieron al pobre. Más que nada él viene siendo nuestro Abraham Lincoln, les soltó a los gringos aquí mismo el cónsul Alfonso de María y Campos en 2005. Oilo, bien seguro. Anyways, aquí está lo que quería mostrarte, que vieras con tus propios ojos esta diversidad en los renovados tiempos del viejo odio, para venir a hablar de ese San Francisco latino, latinx, mexicano, hispano, qué sé yo, ya te digo que como le pongan me da igual, en este parque, en esta ciudad y en estos tiempos.

Por decir aquí enfrente de las canchas están estos chavos de la prepa, los de las patinetas, hablando espanglish o code switching que le llaman ahora. Porque aquí nomás cruzando la dieciocho está la Mission High, manito, con su 52% de población estudiantil latina, 15% afroamericana, 9% güera, y no me acuerdo de los demás números pero tú ahí búscale en tu telefonito. Sí, es escuela, te juro que no es iglesia. Esa es la prepa donde estudió nada más y nada menos que el Carlos Santana, guitarrista mexicano que le encanta a los bugas y que migró con su familia a San Francisco en los sesenta, en pleno burbujeo musical y contracultural. Pues resulta que el bato vivió aquí mero en el barrio de la Mission, hasta tiene un su mural en la 19. Para que te des una idea, Nueva York tiene un mural de Tito Puente en East Harlem El Barrio y San Francisco tiene el de Santana en la Misión. O sea de que Santana viene siendo nuestro Tito Puente, para que te ubiques. Fun fact, Santana tocó con su banda que se llama como él en Woodstock el mismo día pero varias horas antes que la Janis y que Jefferson Airplane, un 16 de agosto de 1969, fecha en que Madonna cumplía once años. ¿Coincidencia? No lo creo. Hace poquito se cumplieron cincuenta de esa tocada. ¿Qué tal el power mexicano? Sí sabes cuál Santana, wey, el que canta la de Corazón espinado con Maná.

Pero sigamos explorando el parque con la mirada.

Wey, ¿te acuerdas que en la primaria nos asustaban los niños más grandes diciendo que antes la escuela había sido un panteón? Pues literal todo este pasto donde estamos, el parque, pues, fue un panteón judío por un breve tiempo en la impermanencia. Neta. Pero no tienes nada qué temer, no hay peligro de fantasmas porque un día la ciudad se hizo tan cara que ni los muertos podían quedarse, así que se llevaron todos los huesitos para Colma. Acá atrás de nosotros están dos güeritas, con su mantita y su bocina oyendo a Ariana Grande en donde alguna vez descansaron los restos de alguien. Eso sí, como que ahora hay mucho más diversidad que cuando era panteón.

¿Ves allá atrás pero a mero en medio?, es el playground, lleno de chamaquitos jugando en inglés y sus nanas hablando español. En la subida de aquella esquina los gays tendidos en trajecito de baño porque hay sol, mostrando músculo, casi todos pero no todos son blancos, hablando inglés y obvio con la mejor vista. Se ve que ganan bien. Le llaman la playa de los mampos o Gay beach, justo arribita del playground. Si recorremos con la mirada las bancas del parque, ¿quiénes están sentados? Ahorita que pasamos estaban los turistas hablando francés. En la otra de acá están los tres chavos morenos, porque acuérdate que aquí no podemos pronunciar la palabra negro, pues el castellano para el color de la noche suena a un odio muy viejo de por acá. Me lo recordó el Gerardo. Avoid it. Y así sucesivamente. Todos los idiomas que gustes y la distribución étnica varía es depende la hora o la fecha, pero eso sí, el día que pases en este parque se habla español, manito.

Imagen: Gay Beach, Dolores Park

¿A poco no se siente ahorita un ambiente así tipo la Macroplaza? Hasta el carrito de paletas con atención bilingüe. Familias con perros o con niños, novios echando beso, turistas echando foto, mariguanos solitarios, vendedores ambulantes, estudiantes con mochila. Trabajadores descansando del mundo. Eso sí, no hay esquites o elote en vaso dijeran los regios pero hay otras formas de emprendimiento comestible, por ejemplo, al ratito va a pasar una muchacha con su cajita vendiendo edibles, como quien dice pan dulce con mota. O un colocho barbón con una hielerita ofreciendo el hongo, o sea que va diciendo mushrooms, mushrooms así en sordo, según él. Los dos atienden in English only pero atrás viene un batillo de morral ofreciendo el churro ya hecho, con servicio en español si se te ofrece. Dolores Park es el sitio ideal para recordar que antes de la lengua de Shakespeare aquí se habló la lengua de Cervantes, la de Yolanda Vargas Dulché, te lo digo porque la gente lo olvida y pronuncian Castro, Valencia, Guerrero, Potrero, Yerbabuena, Presidio, Embarcadero y Dolores como quien pronuncia Chicken Sandwich. Y el español no se ha ido de esta ciudad nunca, mucho menos de este barrio. Bueno, nunca es un decir, más bien desde 1776, que si le piensas fue ayer, cuando llegaron los santos curas a bautizar a sus futuros sirvientes, pero me entendiste.

Creo que aquí es donde vale la pena mencionar por qué se llama Dolores este parque. Y es donde tú dices que el parque y la calle se llaman Dolores quesque por la Independencia y así, y ahí es donde entro yo y te corrijo. Los misioneros franciscanos la nombraron Misión San Francisco de Asís, su mero patrón, aunque la gente terminó llamándole Misión Dolores porque por aquí pasaba el Arroyo de Nuestra Señora de los Dolores, la advocación de María en la que se la representa en un espasmo de dolor mientras su corazón se ve atravesado por una o siete dagas de angustia y sufrimiento, tal como predijo el anciano Simeón. Bueno, el anciano Simeón en realidad dijo (con este niño) se me hace que una espada te atravesará el alma, pero pues es mejor representar un rostro compungido y un órgano atravesado por una o si es posible siete espadas porque #catolicismo. Te recuerdo que para el absurdo del tiempo nuestra Señora de los Dolores, el arroyo, el pueblo en Guanajuato, la insurgencia, las fiestas patrias, la calle, los gays, el desgarro, el despojo, el cementerio judío, la nostalgia, la recreación, todo pasa aquí mismo. Por cierto, fun fact, la representación de la Señora de los Dolores también es conocida como la Virgen o Señora de la Soledad, lo cual es muy significativo porque nunca estamos más solos que cuando algo nos duele, sea la muela, la tierra de uno o la vida, y acuérdate que dicen que el mal de este país viene siendo la soledad, sobre todo para el migrante. ¿Casualidad? No lo creo.

Lo cierto es que la venganza de Juárez llegó hasta acá, manito, el tiempo secularizó al parque y el Dolores hoy resuena más a Guanajuato, a la cuna de la independencia, que a la veneración al alma herida por la pérdida en el rostro sufriente del arquetipo de la madre. Súper loco. Y también porque la gente le cambia el nombre a las cosas. Por ejemplo, nadie le dice Mission Dolores Park, su nombre oficial porque está muy largo, yo estoy esperando que le digan Lola. Ve nomás cuanto gay libre se ve, bendito Dios. Me pregunto qué pensarán los fantasmas franciscanos que nos rondan cada vez que ven que aquí mismo donde bautizaron a la fuerza a más de mil indígenas Ohlone en una década, aquí donde se condenó y se reprimió a los nativos americanos de dos espíritus reduciendo su existencia a afeminamientos del demonio y haciéndole la vida a esos sujetos dos veces más triste que al resto, aquí mismo a unos pasos de donde se celebró la primera misa el 29 de junio de 1776, es donde se reúnen y salen las lesbianas el día de su marcha que es también por las mismas fechas, y que por un tiempo ellas vivieron aquí en el barrio alrededor de la calle Valencia porque el Castro era muy gay pero muy caro para una mujer, inclusive para dos, y que aquí se celebra cada pascua un evento LGBT de concursos blasfemos, llamados Hunky Jesus y Foxy Mary, en los que se vota por los imitadores más provocadores y creativos de no te tengo que decir quiénes, más que nada. Cómo se ve que viven en nación protestante estos culeros. Puro karma cósmico, manito.

Como te iba diciendo, en este parquecito que adoran los turistas, Latinoamérica está presente en todos los sectores, en todas las clases, en todos los estratos, dijeran los colombianos. También nos encuentras tristemente entre los alarmantes números de la indigencia, los desechos humanos del capitalismo salvaje, las personas que habitan en la calle, gente sin techo que aquí son los fantasmas de las culpas que nos rondan. En esta ciudad la muerte social acecha en cada esquina, y aquí en el parque puedes ver acampando a sus ánimas, también descansando en solitario o en grupo sobre el césped, sobre la acera de la avenida Dolores, a los costados de la campana, atrás de don Migue por las vías, o aquí entre nosotros mentándonos la madre. No me digas que no distingues las huellas de la calle en un ser humano, lo que le hace el polvo a los cabellos, el hollín a las mejillas, el tiempo a los trapos. Cómo se te reduce la vida hasta que te quepa en unas cuantas bolsas. La gente batalla para ponerles un nombre, como sacándole la vuelta al tema incómodo de la dignidad. Vagabundos, teporochos, indigentes, hobos, homeless, personas sin hogar, personas sin techo, personas en situación de calle. Si así está el nombrar, imagínate como estará enfrentar, proponer soluciones, llevarlas a cabo, empatizar.

Un gran porcentaje sufre de problemas crónicos de salud, incluyendo pero no limitándonos a la salud mental, las adicciones, problemas de la piel, porque la calle es cabrona, el aislamiento, la soledad profunda de las banquetas deja marcas que no se borran. Los que no han abandonado todavía la esperanza de un lazo con el resto del mundo viven constantemente entre los límites de la salud y el malestar. El otro día un joven homeless rondaba por aquí mismo donde estamos, pasaba entre la gente con las gaviotas volándole por encima, y empezó a gritar bien feo en inglés, con mucha ira, algo así como váyanse a la verga todos, chinguen a su puta madre hijos de la chingada, traduciendo, ¿verdad? Le veías las venas en el cuello, la cara roja, los ojos llorosos, la voz quebrada por la rabia. Sentí dolor y sentí miedo, porque el bato tenía toda la razón. ¿Qué le dices, manito? You are right, my friend. Thank you. Ora sí que lo siento, perdóname, te amo, gracias, en ho’oponopono. Los pocos que lo volteaban a ver, lo hacían con cara de no, gracias, ya di. Los demás, la inmensa mayoría, como si nada, si lo ignoras no existe. Como oír gaviotas. Creo que para estas personas nosotros somos los fantasmas. De quienes viven, comen y duermen temporal o definitivamente en la calle, o que no la descartan y la enfrentan bordeando sus precipicios, los homeless que les llaman aquí, hablaremos otro día, te lo prometo.

Volviendo a la presencia del idioma, en la época en que México luchaba por su independencia, y poquito después de ganarla, te imaginarás que en estas tierras no se hablaba el english pero sí el spanish, y la forma de vida era así bien relax  pues porque se estaba bien lejos de todo el desmadre de la capital. Además, la identidad no era propiamente mexicana y no nos decían latinos o  latinx sino que el adjetivo de moda era el de californio. Vamos a decir, un estilo de vida de ranchero despreocupado, de fiesta con guitarras y vida resuelta. El Zorro es como su caricatura, pero es menos criollo que lo que muchos quisieran. Tipo, menos Catherine Zeta Jones y más onda Ana Colchero en Corazón Salvaje. Haz de cuenta un juareño[1] con lana pero en otro clima y con otro acento, me imagino. Pobrecitos, les fue muy mal a los californios, manito. Se les acabó su fiesta, dijera Niurka.

Cuando vino la segunda ola de güeros a la ciudad ya no fue en buena onda. No se tú pero yo, dijera Luismi, no quisiera ser mexicano o californio y haber caído de este lado después de que se firmó el Guadalupe-Hidalgo, rodeado de lobos. Según esto se le iba a dar garantías a la gente que quedó de este laredo pero fue puro atole con el finger. La ley güera los obligaba a tener que probar que poseían la tierra, y tras muchísimos gastos en abogados y burocracia, terminaban vendiendo para cubrir sus deudas y marcharse, como pasó con las tierras que rodeaban estos lotes de la Iglesia. Bueno, eso le pasó a los que tenían tierras, imagínate a los que no. Una culerada. Y se lo han hecho a los chinos, a los japoneses, a los morenos, de mil modos, han hecho leyes e instituciones para mantener controlada a la chusma lo más lejos que se pueda de su vista. Ya sé que #NotAllMen y #NotAllGüeros pero pos nomás los que han tenido el poder, manito. Con esos tienes. Ponte a estudiar historia, dijera Denise Dresser. Pero, ¿te digo algo?, el karma cósmico, podrán querer sacarnos una y otra vez pero nunca podrán sacar el español de California.

Mira lo que son las cosas, la réplica de la campana de Dolores la dio el gobierno de México porque después de la Segunda Guerra Mundial la población de origen mexicano superó en número a la población blanca anglófona aquí en el barrio de la Misión y se consolidó como comunidad. Wey, o sea el español reconquistó estos lotes pa acabar pronto. Según me dijo doña Carmen[2], cuando ella llegó en el 68 los güeros que vivían en la colonia eran más que nada de origen irlandés y algunos polacos, o sea güeros working class católicos. En pocas palabras, la distribución étnica habrá cambiado pero las misas siguen gracias a las abuelas y las tías del barrio. La raza se venía para la Mission igual que las lesbianas porque las rentas eran accesibles, pero también porque había parroquias católicas que ya sabes que nos encantan. Es que somos bien católicos los latinx, la neta, hasta los ateos. Al chile y sin intención de esencializar pueblos, somos como un templo católico, nos encanta el drama, la sangre, las lágrimas, el sudor, el color, los murmullos, los aromas fuertes, el incienso como humo de hielo seco, los desmayos, el adorno, el espasmo, la pestaña. Y lo que parece que más nos gusta tristemente es la jerarquía, que haya niveles.

Pero bueno, así vinieron los paisanos a vivir en las Victorians que dejaban los güeros una vez que hacían lana y se iban a los suburbios porque ya se les hacía muy naco el barrio. O sea, muy diverso, no sé si me explico. Aparte, por si fuera poco, la Misión tiene el clima mas cálido y soleado de toda la ciudad ¿Te acuerdas cuando en Monterrey la gente dice que si no te gusta el clima que regreses en cinco minutos, y te lo dice como si fuera la primera vez que oyes el chiste? Pues acá te dicen que te cambies de barrio. La raza que cruzaba le caía a la Mission pues porque como que se extraña menos el sol y las costumbres, y lo hacía con la promesa de que en estos lares te rompías la madre trabajando igual que allá pero con la diferencia de que en este lado sí valía la pena, o sea la paga sí rinde, aquí haces más que sólo despertar para sobrevivir, conseguías vivienda más digna, mejores oportunidades y educación para tus hijos, capacidad de compra y de ahorro, el sueño de hacerle una casa a tu jefecita allá en el pueblo. No sé si el sueño americano, pero más o menos el Bienestar para tu familia, dijera Zedillo. Eso era en el tiempo de antes, que era mejor que el tiempo de ahora, según me dijo la doñita que me corta el pelo, y que no sabe por qué sigue viniendo tanta gente nomás a ser pobre pero de este lado, pero esa es otra historia. Yo digo que aparte de huir de las otras violencias, es porque acá la pobreza es menos incómoda que en nuestros países, dijeran aquí. ¿Tú cómo lo ves?

Por mucho tiempo, La Misión ha sido un barrio de clase trabajadora, pero ya lo están gentrificando, o sea, encareciendo, los chavos techies[3] con lana. Claro, manito, gentrificando, porque ya sabes que somos gente muy colorida, bien quién sabe cómo, bien Frida Kahlo y está muy cool vivir entre nosotros. Obvio, siempre y cuando no seamos pobres y no hagamos tanto ruido. Neta, yo no quisiera, wey, pero parece que nuestros días en este barrio están contados, porque nada es para siempre dijera la Historia. Pero en aquellos tiempos posguerra fuimos los dueños otra vez, fueron los tiempos que sacaron a los güeros de los centros de las ciudades porque la aspiración era irse a vivir lejos de las minorías pobres, y ese fue el tiempo que trajo a todos los Carlos Santana y a nuestros hermanos centroamericanos a reespañolizarle las venas a San Francisco. O sea que también la campana es como un guiño cínico de México a su comunidad migrante, casi como un insulto, wey, amigo gobierno date cuenta, la gente migra porque el gobierno no hace bien su jale but thank you very much for la chingada campana. No te creas, qué buen detalle, se ve bien navideño. Pero al mismo tiempo, si le piensas, es el karma cósmico. Recapitulemos: ¿Quiénes han pasado caminando por aquí mero donde tú y yo estamos echados en el zacate? ¿Quiénes han dicho este es mi barrio? Los Yelamu, los curas franciscanos, los españoles, los californios, los mexicanos, los yanquis, las lesbianas, los polacos, los irlandeses, los mexicanos reloaded, los salvadoreños, los chavos hipsters ricos, y así nos vamos. Nada es para siempre, mi rey.


Ay, si lo hubiera sabido María Antonia. ¿Te cuento una historia? Es como para una novela de época que se llame El azul de tu mirar. Es la historia del primer güero que vivió en San Francisco, que tuvo que adaptarse al modo de vida hispano, vamos a decir. Era minoría única. Se llamaba William Richardson. Resulta que un 2 de agosto un barco ballenero británico llamado Orión que venía de Boston, pasando por el Cono Sur, tuvo que aparcar de emergencia por provisiones aquí en las costas de San Francisco, que en ese entonces era un presidio pinchurriento, una misión sin chiste sostenida por la explotación de indígenas sin esperanza, y unos rancheros medio bohemios con aires de grandeza. Mandaron al Williams a presentarse con los soldados al Presidio porque era el único en la tripulación que masticaba el español. El muchacho de 26 años no imaginaba que ese extraño talento le cambiaría la vida para siempre. Por cierto, estamos en 1822, o sea que ya en suelo independiente, digamos, pero las noticias corren lento así que no me acuerdo si los güachos del Presidio estaban enterados de que ya no servían a la Corona, pero tampoco creo que les interesara mucho porque la Corona ya tenía rato que les quedaba a deber el sueldo. Amigo date cuenta. Aguantarían un total de 12 años sin paga antes de rebelarse. Fun fact.

Total que ahí va el William con los soldados flacuchos y les cuenta pos que tienen hambre sus amigos. Uy, pos nosotros más, le dicen los soldados, tiene cinco años que no nos pagan, tú no estás para saberlo, acá es muy ingrata la gente, pero equis, ahorita te llevamos con el jefe. Les cayó bien el Williams. El jefe se llamaba don Ignacio Martínez. Total que ahí lo llevan al güero curioso que habla español con el patrón que está organizando los últimos detalles de una fiesta. Que digo una fiesta, un pachangón, un buen tinglado como los de antes al estilo californio. Y pos, ¿qué hace un mexicano o un californio o un hispano, o el latino de la película, si ya está medio pedo esperando a los invitados de su fiesta y le llega un turista curioso pero blanco y de ojos azules? Pues lo invita a la fiesta. Pigmentocracia. Y no, muchas gracias pero es que mi capitán esperarme con noticias en barco. No, no, no, una no es ninguna, ándale, te quedas para el brindis. Eulalia, saca el brandy. No de veras, muchas tenkius. Ahorita vas, hombre, cuál es tu prisa, échate un trago conmigo, el que te quiera que te busque. No, de veras, mi acostarme temprano. ¿Dónde aprendiste español? ¡Toña!, ven y saluda al güero. La Toña era su hija, de 19 años. Y zas, manito, flechazo. Y ahí acaba el capítulo del viernes con Te amo de Franco de Vita sonando al fondo.

Total, que me lo empedan al güero. Y que se queda toda la noche en la fiesta. La Toña bien viva le recita versos en inglés para impresionarlo, porque ante todo es una damita educada. Los dos rise y rise, baile y baile jarabe toda la noche. Les amanece porque pues así son las fiestas en español y en eso el William se acuerda del capitán. Iiiih, en la madre, me va a joder ese verga. Allá llega el pobre, una montera su cabeza, con el gran sol, con la cara hinchada y su batea de baba a decirle al jefe que sorry sir, pero se puso buena la fiesta, que siempre sí tienen algo de provisiones los señores, que pásenle con mucho gusto, son bien a todo dar. Ahí es donde se pone buena la cosa, porque no se sabe si el capitán se sintió bien gacho porque no lo invitaron a la peda y entonces le dijo hasta aquí llegó tu viajecito, culero, que te aproveche, o si más bien fue el Williams quien presentó su renuncia por la razón de que en la fiesta se encontró a sí mismo entre los californios que sí saben pasarla bien, no como otros, y de paso se topó al amor de su vida, así en paquete.

El caso es que el barco se fue sin él. Y a los tres años se casó tipo bien con la Toña, en lo que terminaba de ganarse al suegro. No hay que ponérsela tan fácil a los güeros si ya de por sí todo tienen fácil, decía don Nacho. Hay que pedir permiso al gobernador porque eres extranjero, y esa cosa tarda, aquí no estás en Inglaterra, chulito, y no te voy a tener aquí mirando el techo tampoco nomás por el azul de tu mirar. Se me pone a darle clases de carpintería aquí a los muchachos. Sí, cómo no, don Nacho, le contestaba, porque la neta se querían mucho él y la Toña. Además, tenían el pendiente de que el Williams no era católico, y sabáticos[4] aquí no, decía la gente, #AsíNo. Por ley tuvo que convertirse al catolicismo. Así es manito, por ley, pa que vayas valorando al Estado laico, y ahí te encargo que los sacramentos son tardados, exigen preparación. Ese wey se venía a caballo para el catecismo aquí al lado del parque, con los franciscanos. Amor de antes.

Te cuento esta historia relámpago porque el matrimonio formado por María Antonia Martínez y William Richardson puso la primera piedra de lo que se llamó Yerbabuena, o sea el primer asentamiento, ya en plan pueblo y no misión pinchurrienta ni ranchería, de lo que ahora es San Francisco, en su actual costado noreste donde hoy están los edificios modernos y grandotes. Esa casita existió en lo que ahora es Chinatown. Quién diría, la pura impermanencia, manito. Hoy si caminas por ahí te encuentras una plaquita en el lugar que dice aquí nació una gran ciudad, o algo así. Que simbólico, ¿no? La familia fundadora estaba integrada por una mexicana y un inglés con sus hijis la Mariana y el Stephen, hablando español en la casa. Ay, si hubiera sabido María Antonia Martínez de Richardson que no todos los güeros eran igual de acomedidos que su William, que otros güeros malitos, dirían los regios, vendrían por hordas después, despreciando su lengua y sus costumbres, que de nada le servirían los modos señoriales, el mítico abolengo empolvado de una Castilla imaginaria a la pobre futura viuda. Spoiler alert.

Y si los despreciaban a ellos, los californios tirados al sol con servidumbre para abrir el brandy y tender las camas, despreciaron todavía más y con mayor encono a los que tendían las camas. Llegaron y nos pusieron de apodo los greasers, o sea grasientos, porque la actividad principal de la crianza de ganado californio era el comercio de cuero y sebo, los trabajadores que hacían el jale tenían la marca de su oficio en las ropas, tenían que llevar en sus brazotes la mercancía a los barcos que también se llamaban greasers.  Para esos malitos, tanto el de la Casa Grande como el trabajador, tanto chilenos como mexicanos o españoles, todos éramos grasientos. Bueno, con esto de que te digo que siempre han hecho leyes para mantenerse aparte, hasta promulgaron en 1855 una ley que se conoció popularmente como la Greaser Act, ¿puedes creerlo?, así le decían, ahora tan siquiera le disimulan tantito. Esa ley era dizque para criminalizar la vagancia pero en realidad lo que se quería controlar era el libre tránsito de aquellos que hablaban español o tenían sangre de indio. Luego las repatriaciones durante los veinte y los treinta, barrieron hasta con los nacidos aquí, órale sáquese, de regreso a su cielito lindo. Horrible. Y mira lo que está pasando ahora con el innombrable. Todo pasa al mismo tiempo.


Ay, si todos los güeros fueran como el William. O como el Mark. O como el Ryan Gosling. Ya sé qué me vas a decir, que no generalicemos, hay mucha gente buena, somos más los buenos, dijeran los panistas. Pero te repito, yo hablo del color del poder, del racismo como sistema. Y mira, no te hagas, nosotros los grasientos también somos bien racistas. El otro día en el bas un señor iba oyendo su música en altavoz y yo cante y cante pero en whispering, ¿ya sabes?, porque era Costumbres en voz de Rocío Dúrcal. Total, que empezamos a platicar pues porque Juanga une a los pueblos de nuestra América, y no pos que de dónde eres, ya sabes, no falla, y me cuenta que vino de Cuba y que ama la música vernácula mexicana, pero de repente así random me suelta que no soy esa clase de cubano, esa clase que me avergüenza. Y yo, ¿tipo los republicanos de Miami? No, me dice. Los negros. Me quedé así ira, petrificado. Me enojé, de veras. Morenos, le dije, y aquí me bajo. No tanto por lo indignado, sino porque ya era mi parada. No cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor, alcanzó a decir la Dúrcal.

Me fui pensando, los mexicanos no cantamos mal estas rancheras tampoco, a nuestro racismo de toda la vida le decimos ahora pigmentocracia, porque nos cuesta aceptarlo, se supone que somos bien buena onda, te lo paso de los argentinos. Pero no sólo los mexicanos, todos los de abajo nos damos en la madre mientras los de arriba lanzan sus apuestas, hay reportes de morenos golpeando mexicanos en las paradas del bas, y ya te imaginarás cómo responde verbalmente la raza cuando lo cuenta. Hay viejas tensiones raciales y étnicas que nomás esperan a qué hora salir. He escuchado a mi gente, diría J Balvin, decir comentarios terribles sobre las personas de origen chino en la ciudad, esencializándolas, hablando de sus costumbres, de su aspecto. La sinofobia latinoamericana no se quita ni viniendo igual que ellos a estas tierras a probar mejor suerte.

¿Has notado cómo a veces la P que se pronuncia en prieto empieza con el mismo tono de enjundia y desprecio que la p de puto? Así tensando los labios con fuerza, como quien cierra una puerta. Y no hablemos de cómo tratamos a la gente de Centroamérica en su paso por México. La gente olvida que luego aquí nos encontramos todos y que somos de los mismos. Por decirte que se va a celebrar un festival cultural por la independencia sobre la calle 24, ahora el 15 de septiembre que cae domingo. Se llama La Fiesta de las Américas, pues porque los países centroamericanos firmaron la independencia un 15 de septiembre pero de 1821. O sea, es una fiesta para todes. Me da mucho gusto, humildad les hace falta a los mexicanos, te lo digo como chiapaneco.

Tras la matanza en El Paso se siente un aire distinto, no lo podemos negar. El otro día el innombrable se rió cuando alguien dijo que le dispararan a los mexicanos para que dejaran de cruzar el río. Si no sientes en el aire el efecto tremendo de algo así, no estás atento. Basta con que el poder autorice un chiste para que el odio salga de los congeladores y lo sientas salir de las ventanas con olor a recalentado. ¿Te acuerdas en Monterrey cuando la gente inocente te decía el pedo no es con nosotros, es entre los malitos, tú chúpale we, pero luego empezamos a tener miedo de salir porque la muerte nos podía encontrar por azar en cualquier parte? Hacé de cuenta, pero con la diferencia de que aquí los malitos pueden ser cualquiera y el pedo sí es con nosotros.

Se llama terrorismo, pero acá eso sólo aplica si el agresor es moreno, no las víctimas. Eso sí, lo que sea de cada quién, San Francisco es un oasis, una ciudad santuario que tendrá sus enormes problemas, todo lo que ves y no te he contado, pero que tiene un ambiente solidario y comunitario muy particular, aquí la gente vulnerable tiene muchas redes de apoyo y de respaldo generalizado de los ciudadanos. Aun así, el don que me vende café me dijo bien serio el otro día que hoy nadie está a salvo en ninguna parte. Ni en San Francisco, me dijo. El tipo de la masacre de El Paso se fue manejando desde Dallas, tan lejos nos lleva el odio. ¿Quién te dice a ti que alguien no va a venir de otra ciudad a hacer su maldad a esta burbuja llamada San Francisco?, me dijo. En ningún sitio está uno a salvo ahora, en ninguno. Son ocho dólares. Así me dijo, y el tío[5] es de Palestina, no te digo más. 

Mira, hablando del Medio Oriente, el otro día unos amigos turcos nos contaban de la festividad religiosa del mundo musulmán más importante en su país, el Kurban Bayrami o El festín del sacrificio. Si abres tu biblia católica, ves que Dios le dijo a Abraham un día, si en verdad me amas destazarás a tu hijo como a un becerro. OK, le dijo Abraham, No es cierto, no te creas, contestó Diosito. Mejor mátame un cordero, ándale. Desde ese entonces, en esas fechas, las familias sacrifican un cordero, una oveja o hasta una vaca, es depende el presupuesto. Según nos contaban nuestros amigos turcos, y mira que los turcos son como nosotros, muchas veces es un asunto de estatus. La gente quiere que le den chance de presumir su vaca, así en onda mira nomás hasta dónde me alcanza el sacrificio. Yo lo veo normal. Antes, los carniceros sacaban a los animales a las calles y los patios de Estambul para acuchillarlos delante de la gente. Ya te estás imaginando el sangrerío y el griterío de los pobres animales. Ah, pero qué sabroso estuvo tu burrito ayer, ¿no? Es costumbre reunirse y matar al animalito para luego, cocinar, comer en familia y repartir la carne entre los pobres y más necesitados. Me contaban eso y yo pensaba, qué feíto se ha de sentir ser oveja o ser vaca por las fechas de El festín del sacrificio.

Tú ves que hay mucho miedo en el aire, miedo a la deportación, al odio, a la muerte. Es cosa seria, hay quienes se quitan la vida por la angustia de deportación. A mí lo que más me deja frío es que la gente tiene que ir a trabajar, la gente no puede dejar de ir a trabajar. 6 AM, con miedo o sin miedo, triste o alegre, me vale cómo te sientas. Siempre hay alguien más que necesita de nosotros, por quien ponemos nuestra alarma. Como me dijo Luis Aguilar, el poeta no el charro, una noche en la sala de Viva Aerobús del aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez: por muy roto que se tenga el corazón, uno vuelve a doblar sus calcetines. El otro día me encontré a una conocida en el bas y me contó que tiene dos trabajos, duerme cuatro horas diarias, y que todo el dinero que le queda después del transporte y la renta lo manda para su mamá y sus hijos a quienes extraña un chingo. El problema no es sólo no dormir. Echamos lágrima un ratito, porque acá esas cosas pegan mucho, ¿pero sabes qué hicimos también? Nos cagamos de la risa. Que si ya soy señor, que si agarró el bas que no era, que si aquello engorda, que qué me dan de comer a mí que estoy tan flaco, que si ya se me pasó la parada, que sin albur. Y yo creo que eso es algo que les parece incomprensible a otros grupos, no a todos. Que siempre nos estamos riendo, que todo lo agarramos a juego. Creo que ahí está el ingrediente secreto de nuestra resiliencia, en nuestra risa.

Como el otro día que una doña me dijo que me iba a ir al cielo por pasarle una pluma o un lápiz o algo, no me acuerdo. Allá nos vemos, le solté en coqueto. Me dice yo le guardo lugar porque soy mucho más grande que usted y me voy a ir primero, y que suelta una carcajada orgullosa y con eco. Usted no sabe, puede que me vaya yo primero, remato por la costumbre, pero sonriendo. Vacilar es como el tenis. Pero yo lo dije así en plan a todos nos puede pasar, puede que te dé un infarto comiendo como a Eduardo Palomo o que te atropellen ahorita cruzando la calle, manito, qué se yo. Eso sí, me dice, y baja la voz, a como están las cosas puede que comprando en el súper te maten, qué horrible está la cosa. Nos ponemos serios, es un tema difícil. Qué feos tiempos. Que Dios les dé consuelo a toda esa gente. Ya no quiere ni salir una, el otro día mi nieta se fue a un concierto allá en el parque y yo me la pasé con el Jesús en la boca. Sí sé cómo, le dije, me suena. Por eso yo nada más espero que el Señor me llame, me dice, y como sea es igual, yo ya viví. Y que se vuelve a reír la tía, risa contoneada. Ora sí que ya llévame Diosito, en conclusión. Y yo sonriendo como cajero de comercial, que le vaya muy bien que disfrute su día. She seems very happy, me dijo enternecida una chica que estaba a mi lado y que no habla español. La inocente.

Otro señor me decía que no es que seamos agachados o que nos valga madre, es que ya nos acostumbramos a tanta barbarie. Como en México, haz de cuenta. ¿Qué nos queda? Nomás reír, decía. ¿Y cómo más le hacemos para reír si no nos sacamos la risa nosotros mismos? Yo no voy a esperar que venga alguien a arrancarme una carcajada, yo solito puedo. La juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo pero la risa no te la quita más que la muerte. No nos pueden quitar la risa, por eso nos aferramos tanto a ella. Es nuestro código secreto venido de la locura y la cadena de catástrofes que son nuestros pueblos, un código que también tiene mucho de macabro. La esperanza por tiempos mejores no termina, surge en cada conversación, porque se tiene la sensación de que ya se ha vivido esto antes, de que aunque parece que no hay remedio también ha habido momentos de mucha calma. Hay que seguirle, nos decimos.

¿Sacas a Juan Gabriel en Bellas Artes interpretando Hasta que te conocí con la Orquesta Sinfónica Nacional de México y el mariachi Arriba Juárez? ¿Te acuerdas cuando le cambia la letra a una estrofa con un dolor muy antiguo como de la infancia y grita mientras los músicos lo esperan tensos yo jamás sufrí, yo jamás lloré, pero desgraciadamente era una noche como esta cuando te encontré[6], y de repente empieza a contonearse al son de las trompetas y las guitarras, el público le aplaude como diciendo no llores mi Juanga, tú échale ganas, y el bato se contonea frente al mariachi como un gato provocando a los perros tras la reja, joteando cagado de la risa como si fuera su último concierto y los del mariachi los últimos hombres sobre la Tierra, olvidando que hace dos minutos estaba con la lágrima asomada? Eso somos, manito. Muy macabro eso de reírse en medio de la desgracia. Imagínate a las ovejas y a las vacas del Kurban Bayrami bañadas en sangre y cagadas de la risa. Haz de cuenta, eso somos.

Por eso te traje aquí al Dolores. Para pensar un poco sobre estas cosas tirados en el pasto, en este parque que es como un portal de muchas fronteras invisibles. De estas cosas quisiera yo escribir para la serie de textos sobre San Francisco que tengo en mente, algo que esté listo para la Fiesta de las Américas, pero no sé ni por dónde empezar, manito, es un chingo. Por eso necesito tu ayuda. Y luego, ya ves que soy remalo para ponerle título a las cosas. Que si Agua de mango, Castillos, Diversidades convergentes. Se me ocurre un Te van a criticar por todo, tú cásate con un güero. ¿Cómo lo ves? Chistosón pero con impacto. El problema es que hablo de cosas muy serias. ¿O qué piensas de Me dueles, Dolores? Siento que se pasa de mamón pero es original y más literario. De seguro lo voy a decidir el mero día que lo mande, como la tesis, pero nada importa porque todo ya fue de todas formas. Tocamos muchos temas. Lo de María Antonia Martínez de Richardson da para un trabajo serio increíble, ¿no crees?, así en onda Sospechoses Comunes, o un ensayo que apantalle, acá estilo los tickets de compra de don Alfonso Reyes. Pero la vida es corta y yo soy artista, dijera Lucía Méndez, no ensayista, zapatero a tus zapatos. Por eso voy a mandar el texto en modo narrativa, así en jugando con la ficción. Hashtash Del Lector, manito, ponte trucha. Y ya vámonos porque se hace de noche y el parque cambia de turno.



[1] Oriundo de Juárez, Chiapas, municipio famoso (en Pichucalco) por su élite de familias dedicadas a la ganadería y el placer. Famosos de Juárez: Reyli Barba. 

[2] La mismísima dueña de la panadería La mejor.

[3] Se les conoce como techies a las personas que trabajan en empresas de tecnología, cosas de ingenieros y del internet.

[4] Palabra de uso común en el Viejo Pichucalco que designa a los miembros de las iglesias protestantes, en general, por asociarlos con los adventistas del Séptimo Día, que guardan el sábado.

[5] En Tuxtla Gutiérrez, el título de tío o tía se le otorga a las personas mayores como una forma respetuosa de reconocerles la ventaja de los años. Solamente por ser mayores se les brinda un respeto similar al de un tío o una tía de la familia.

[6] Minuto 4:00.

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Estados UnidosMéxicomigrantesMiguel Martínez JiménezSan Francisco
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Sobre el autor

Miguel Martínez Jiménez

Licenciado en Psicología por la UANL y Doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM. Profesor e investigador en el área de las humanidades médicas, interesado en los estudios críticos de la sexualidad y el género. En 2010 obtuvo el Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés. Prefiere andar a pie, el café sin nada y el arroz sin popote, por favor.

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