
Imágenes: Sara Luz Sánchez Chávez
Nuestra relación comenzó movida por pasiones. Al menos desde mi perspectiva, así fue. Desde ahí se construyó y desde ahí ha sido también alimentada y erigida a lo largo de los años. Todo giraba alrededor de lo que yo podía sentir, sin importarme la otra parte: de inicio, la curiosidad, que aunque quizá no suene a pasión, lo es en el primer acercamiento en el que nace de una inquietud de muy dentro, movida en igual parte por las tripas y por la razón.
Aunque teníamos y tenemos todavía cercanía geográfica, fue la curiosidad y no otra cosa la que me llevó a internarme de lleno: el mito de la oscuridad, de la prohibición, de la malignidad concentrada, la rebeldía. Eso buscaba: la rebeldía, la rebelión.
Y aunque tiene nombre y género gramatical y apellidos y coordenadas para mí no tiene nombre propio y le llamo río. El único río vivo en la zona metropolitana de Nuevo León. Un río que corre y anda y desafía todas las tradiciones y leyes de la sociedad.
En una ciudad que se dice desértica, viene y suena y se anda calmo y a veces arrasa con todo. En una ciudad donde nada vive con el sol abrasante, el río aviva el verde de los matorrales, ahuehuetes, arbustos, matojos y flores que resisten la contaminación del aire y se pavonean con sus vívidos colores ahí donde la industria nos quiere hacer creer que todo es gris y está muerto.
En un cielo duro de chimeneas de empresarios voraces, rompen los cielos las aves que el río alimenta: buitres, auras, martines pescadores, luis bienteveos, urracas verdes, cenzontles norteños y más. Y quién se iba a creer que aquí, entre el concreto siempremuerto, nace y está así sin más un río que entre su andar lleva también peces, acociles y hasta tortugas de caparazón blando y narices alargadas, de ésas que nomás en los libros de animales fantásticos aparecen.
Pero desde que era niña el río es sinónimo de maldad, es espacio de incontrolables pasiones y arrebatos, de asesinatos, violaciones, robos, insultos. Por eso, llevada de la mano de la curiosidad, caí directo en sus riberas. Era puberta y quería ser mala y desenfrenar mis frenadas pero nulas pasiones y maldades. El único crimen que pude reconocer en el río fue el confinamiento de tanta hermosura a un espacio tan pequeño. Sólo había silencio y vida. Aún la hay.
Entiendo ahora que los espacios verdes se reservan para disfrute y explotación de los económicamente privilegiados y esos espacios verdes son espacios públicos. Espacios del polis, de la gente, la cual debe renunciar voluntariamente a sus derechos para cederlos a los explotadores, que se nos presentan como una especie paternal de salvador. Por eso, primero deben sobajar, satanizar, desdeñar, dejar al abandono estos espacios públicos y después vendrán al rescate. Hoy lo sé: nos han mentido y nos hemos creído la mentira. Pero hay cosas que no se pueden ocultar, por ejemplo, el azul del cielo cuando el sol está limpio y fulgurante. La luz de la luna en las noches de invierno. El contagio de felicidad que nos dan los recién enamorados.
Y la vida que se gesta y nace y se vuelve a gestar en el río es innegable y no puedo más que seguir contándola hasta que se me acabe o me acaben la voz. Que así sea.