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Haikú: Un instante sobre un pequeño hecho natural O del gol

diciembre 19, 2019Deja un comentarioPortada Cultura, ReseñasBy Guillermo Jaramillo
Foto: Especial

El 1 de septiembre de 1919 se publicó Un día… Poemas sintéticos, libro de poemas de José Juan Tablada, trayendo una tradición literaria japonesa, el haiku. Publicado en Caracas, Venezuela, el poemario recoge lo aprendido en Japón donde el poeta residió seis meses.

En Yokohama, Tablada conoció el trabajo de los grandes poetas como Matsuo Basho, Yosa Buson o Issa Kobayashi, y asimiló la peculiar arquitectura de esta forma, estructurada de la siguiente manera: diecisiete sílabas divididas en tres versos de cinco, siete, cinco:

El mundo cabe
en diecisiete sílabas
tú en esta choza

Octavio Paz

El anterior poema del Premio Nobel mexicano nos explica la experiencia de leer o practicar la escritura del haiku: un instante sobre un pequeño hecho natural. El propio Octavio Paz llegó a señalar que en él se da la correspondencia plena de lo que dicen las palabras y lo que miran los ojos.

Para Margarito Cuéllar, el haiku es un ente extraño en el mundo contemporáneo, pues se ubica entre lo breve y lo inmenso, entre el tuit moderno y el sabio aforismo.

Media mañana

timbre de la escuela

reír de niños

               Arcadio Leos

*

Un viejo estanque,

una rana se salta

el sonido del agua

              Matsuo Basho

A un siglo de su llegada a México, el haiku sigue vigente en las letras de nuestros días. Es todo un misterio cómo ha llegado a sobrevivir en un mundo regido por la inmediatez y la ligereza del sentido estético de las cosas.

Su economía verbal y la constante reinterpretación de la existencia a la que sus breves y hondas líneas nos someten, nos hace repensar que el haiku, siguiendo a Paz, no es más que la constancia de un instante sobre un pequeño hecho natural.

Revisemos la obra de Arcadio Leos, poeta nacido en Tuxtla Gutiérrez, pero criado bajo las vigas de acero de Monterrey. Arropado en el haiku, desde hace tiempo que Leos ha logrado el satori, momento de iluminación en el camino sen, algo así como el objetivo o moraleja, si pudiera llamársele de alguna manera, de estos poemas. A través de Dársena (Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín 2013), Leos establece que el haiku se ha adaptado al nuevo hábitat: ha pasado de los valles o estanques artificiales del oriente hacia una naturaleza más agreste, constituida principalmente por concreto y neón fluorescente: la ciudad.

Casi naranja

vibra en los edificios

el oro del sol

*

Sobrevivientes

bajo el cable eléctrico

la rama la flor

*

En la azotea

veo el tiempo tragar

los rascacielos

Si bien en La galaxia es un momento (UANL/Col. Verso Vlanco, 2009), Leos ya había soltado sus pasos hacia la experimentación de esta tradición poética, es en Dársena donde lo encontramos ya bien adentrado en la senda. Es la ciudad y sus habitantes estos motivos, las piezas para armar el modelo antiguo trabajado con nuevos elementos.

Pero en una ciudad con ínfulas de megalópolis, donde existen más espacios para practicar el futbol sala que teatros o museos; en una ciudad como Monterrey y sus alrededores de asfalto, la ineficaz dirección de los funcionarios públicos de la cultura y las artes, pertenecientes a una entidad que da pavor con sus indicadores de feminicidios y actos delictivos ligados al crimen organizado… ¿en dónde quedará el haiku?

Primeramente, encontremos un común denominador entre los ciudadanos de este terruño: la enajenación por el trabajo, es decir, la competencia. ¿En qué acto público se ve representado este significativo gen competitivo? Acaso sea el futbol.

El soccer se sitúa como la manifestación colectiva en la que el grueso de la población regiomontana, mexicana, latinoamericana, y por qué no decir, mundial, se identifica. O eres Tigre o eres Rayado, esa es la cuestión. Pero a ras de campo, ahí donde la bola rueda, también está la existencia, el contexto, la instantánea imagen, el recuerdo, el audio de un hecho único entre todos los deportes: el gol.

Para aquellos que tienen por ídolos a Lucas Lobos, Antonio de Nigris, Javier “El Pastor” Lozano, Sergio Verdirame, Oswaldo Batocletti o Antonio Mohamed, y que en su vida han sentido necesidad de hojear las páginas de un amarillento poemario, sepan que en el gol cabe todo un instante. Tiene presente, cronología, atiende al tiempo, pues es el tiempo el factor determinante para alcanzar la revelación, el satori: nunca se grita igual el gol anotado al minuto seis de la primera mitad que cuando el acto sucede de visitante en tiempos extras. El gol es un haiku perfecto, el elemento de donde pende el devenir de quien lo ejecuta, la sentencia de quien lo recibe, el alarido en la tribuna. Y ese haiku trasciende el tiempo presente del acto, pues en la clásica personal de Diego Armando Maradona ante los ingleses, una vez que el argentino evadiera al guardameta Shilton y empujase el balón hacia el fondo, el defensa Butcher fue el primero en resentir el satori al ver cruzar el esférico la línea de meta. El instante preciso, la guerra de Las Malvinas se revertía, Maradona le daba la vuelta a la historia y reivindicaba a través de una competencia deportiva el acto del poderoso que abusa del desvalido.

Tomando como ejemplo el segundo gol de Diego Armando Maradona a Peter Shilton en la semifinal entre la selección de futbol de Argentina y la de Inglaterra, pensemos en las propiedades compartidas entre ambos espectros. La jugada que resulta en gol de Maradona, tiene una duración de aproximadamente 17 segundos desde que Diego toma la bola en la circunferencia de la media cancha. La economía verbal de un haiku da como resultado que un buen lector lea los tres versos en menos de 20 segundos. Al llegar al punto final tendremos el satori; exactamente esa euforia o iluminación que viene después de atestiguar el acto que pasa a significar algo más que un hecho natural contextualizado.

Aunque no es un haiku, Los últimos 45 metros (La felicidad es una pistola caliente, Visor de Poesía, 2004) es un poema en que José Eugenio Sánchez toma el acto de Maradona y lo cronica a manera de poesía, igual de concisa, rítmica, visual, de contexto. Es el futbol un atractivo escaparate para encontrar correspondencias con el arte y la cultura.

Así que al preguntarnos qué pertinencia tiene leer o escribir haikus hoy en día, tenemos la certeza de que hacerlo es respirar el oxígeno puro de la literatura, un shot de sabiduría, una práctica de la brevedad, un instante para el recuerdo, la comprensión de que el tiempo es fugaz y esa fugacidad bella, misterioso magnetismo que nos sitúa en qué carambas estamos metidos, hacia dónde vamos, cómo corren nuestros días, es casi perfecta y necesaria. Así como hace un siglo lo hiciese José Juan Tablada a través de la brevedad.


                        

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CompetenciahaikúJosé Juan TabladaMaradonaMatsuo BashoOctavio Paz
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Sobre el autor

Guillermo Jaramillo

(Guadalupe, Nuevo León, 31 de enero de 1984). Es egresado de la carrera de Letras Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Se ha desempeñado como reportero cultural en periódicos como El Porvenir, Milenio Diario y actualmente Vida Universitaria, órgano informativo de la UANL. Ha publicado los libros Algo suena a una mujer que se va de casa (UANL/2010), Canciones para las muchachas tristes (An.alfa.beta/2013) y Menta (Poetazos/2014) en el rubro de la poesía.

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