
Frente a un director con tan –aparentemente- buenas intenciones, que expone elementos realmente importantes a través de recursos -que pretende- tan auténticos, a veces resulta difícil realizar la crítica. O al menos exponer lo que ha visto la mirada, sin atenuantes. Es importante que haya cine, que se esté realizando cine en México, en Nuevo León: es decir, que existan estas búsquedas y los artistas que las emprendan cuenten con los medios necesarios. Gracias a la unión de la Secretaría de Extensión y Cultura de la UANL y la productora Bengala, Ya no estoy aquí se presenta en Colegio Civil.
La hora de exhibición se demora y una larga fila, terrible, llena la plaza de Colegio Civil bajo el frío que, aunque moderado, comienza a calar. Música de Celso Piña a granel, mientras vemos el flyer en la enorme pantalla que servirá para no privar a nadie del filme. Si bien los prejuicios obstruyen una buena revisión del asunto, no deja de sorprender –y resultar significativo- que casi no se encuentran rostros, atuendos, figuras propias de la realidad que el filme pretende retratar; en cambio, abunda la gente –en su mayoría jóvenes- de aspecto y actitud clase mediera. Al ver esa fila, cualquiera pensaría que más bien asisten a un concierto de algún grupo de rock-pop.
Quizá ahí está el nodo del asunto: una barrera cultural –quizás inevitable- que marca una línea –quizás ineludible- que no puede ser rebasada; y todo ese mundo cultural específico, será visto desde lejos, como un extranjero. Insistimos: parece valiente y sincero el intento, más una vez terminada la cinta, nos parece que Fernando Frías de la Parra no ha salvado la distancia.
Ni siquiera es el hecho de que haya nacido en la Ciudad de México: nada es garantía, se puede nacer a las faldas de la colonia Independencia y resultar un simple snob. Tal vez habría que nacer en el barrio para hablar del (o lo) Barrio; o al menos internarse en él con la remota posibilidad de mimetizar gestos y palabras. ¿Qué tan acercado al mundo que recrea se encuentra un trabajo como Sangre por sangre?, la respuesta sólo llega para quien vive ahí o ha visto esa realidad lo más cerca posible, como el periodista. Por ello surge rápidamente una hipótesis: la ficción no es el terreno más fértil para proyectar todo el drama, fuerza y miseria de esos mundos. Probablemente el mejor camino sea el documental, y prueba de ello es el formidable trabajo de Christian Poveda: La vida loca.
Si el interés de Fernando era una especie de homenaje a la música vallenata, queda, ahí, como bonito detalle. Ni siquiera en la trama existe realmente la ilustración de las frustraciones o pasiones de ese mundo tan estereotipado. No sólo la Indepe y el salpullido de casitas arrojadas a lo largo del cerro sin ton ni son, sino toda esa cultura que se cree propia de “cholos”, es mucho más sobria de lo que aparece en la pantalla. Por eso señalamos la insalvable distancia: abundan las escenas de baile y con demasiada afectación, tanto que llegan a parecer rituales arquetípicamente primitivos; uno bien podría confundirse y pensar que en lugar de ver muchachos colombia está viendo a los africanos fotografiados por Leni Riefenstahl. Entre más folclor, más justificada la cinta, pareciera pensarse. Después de todo, hay un montón de snobs supuestamente interesados en esa cultura, que recibirán con beneplácito la mayor afectación posible.
Ya no estoy aquí es la historia de Ulises, joven que vive en la zona mencionada y, por una complicación en un asunto de pandillas, tiene que salir a los Estados Unidos a trabajar. Es el líder de la banda “Terkos” y, como es natural, abundan las imágenes recreando la convivencia: bailes, recorridos andariegos y más bailes. La cinta cuenta con algunos momentos logrados: conversaciones que tienen cierto ritmo verbal y de algún modo cuentan la realidad de los bajos fondos de nuestra ciudad, además, se ve que hubo documentación y, a ratos, alcanza notas de cierto realismo. Pero en suma, la cinta parece la obra de un fotógrafo que no logró superar su condición de turista.
Ese es un vicio que por desgracia corroe a la mayoría de las intentonas que, desde el Arte, buscan abordar, retratar o analizar el México profundo: la mayoría de esos artistas creadores, son turistas en su propia patria.
Ahora que he visto la película advierto qué buena tu crítica!