El aborto es el punto focal, pero es expansivo, como el sonido: inicialmente es una onda vibratoria que entra al oído, rebota y se transmite; cuando entra al oído interno se codifica; esa zona vibratoria se vuelve eléctrica y se interpreta en el cerebro. No solamente es transmitir la onda, sino cómo se digiere, avanza, repercute, cambia, y cómo se enfrenta. Los rebotes, transmisiones, avances, cambios y enfrentamientos se traducen en estigmas que, originados en algunas facultades de medicina, se replican en los consultorios; en desinformación sobre el verdadero proceso de aborto y su carácter legal, no despenalizado, en todo México; en el evidente descuido del Estado hacia el sector salud; y, como consecuencia, en respuestas de la sociedad, con colectivas que hacen el trabajo de los médicos y del Estado. De la entrevista que tuve con la doctora Alejandra Guillén –integrante de El Jardín, asociación que busca espacios seguros para mujeres– rescato unos rebotes, repercusiones y enfrentamientos del aborto en México.
¿A qué nos enfrentamos ante la posible despenalización del aborto?
En el sector salud no existen datos reales de los grupos de la población femenina que quieren abortar, lo cual dificulta la creación de un modelo integral para una clínica de aborto, que debería tener como fundamento el respeto a la decisión de la mujer, su seguimiento y su acompañamiento. Aunado a lo anterior, la despenalización del aborto representaría un reto enorme para el Estado debido a la cantidad de recursos tanto económicos como humanos que demanda un proceso de salud pública; muchos de los cuales actualmente presentan grandes deficiencias, por ejemplo, la periodicidad de las citas médicas: hay pocos especialistas, por lo tanto, cuando se solicita una cita médica, lo más probable es que la próxima fecha disponible sea dentro de un mes, o más. En un tema como la salud reproductiva –sin desvalorizar a los demás–, esto tiene repercusiones fatales. No estamos preparados para ofrecer un servicio de calidad, al menos no en el sector público: para empezar, se necesitaría capacitar a cada médico general, por ser los primeros en el acercamiento a cada paciente, para que pudieran canalizarlas adecuadamente con el especialista. En lugar de tratarse en un código penal, el aborto debería estar en uno de salud: con hospitales específicos, personal que no solamente involucre al médico sino también al trabajador social, al sector de enfermería, de psicología, de sexualidad.
Por otro lado, si se ofrece en el sector privado, se presta para entrar en un juego desleal hacia la paciente, en donde se le pone precio a la libertad de elección. Es violencia ginecológica u obstétrica que un aborto cueste más si es con anestesia; si la paciente no lo puede pagar, es dar un mensaje de que se merece el dolor, que para la próxima lo piense dos veces y no lo vuelva hacer: niega, culpabiliza, violenta; se pierde calidad humana.
Será legal en México, pero, ¿y la objeción de conciencia?
Esta nueva aplicación de ley habla de que se puede hacer objeción de conciencia si consideras que atender a alguien te hace algún daño moral; o si no tienes los conocimientos para darle un tratamiento que responda a sus necesidades, siempre y cuando la vida del paciente no esté en riesgo y si lo derivas con otro médico.
En el sector privado siempre ha existido, –y aun en esos hospitales debe haber médicos no objetores para tratar a todos–, pero en el público esta ley no tendría por qué ser válida: rompe con el principio del acceso a la salud pública. Es un fallo al Juramento Hipocrático; además de que antepone una visión personal a la visión médica: Yo, Alejandra Guillén, creo que tú estás mal porque soy religiosa, homofóbica, o porque no me parece que haya mujeres que no quieren tener bebés porque para eso son; y como soy médico, no te voy a atender. Como persona puedes tener tus pensamientos e ideologías; pero esto se trata de un fallo a la medicina porque estás discriminando: fallas como médico. Es importante estar conscientes de que, al permitir una cosa, es probable que se permitan más y que se generen repercusiones desagradables. ¿Por qué nosotros como médicos no decimos nada? Para empezar, porque no somos convocados. La ley de objeción de conciencia fue una imposición, ¿en qué se basaron?, ¿cuál fue la evidencia clínica? Las reformas en el sector salud están hechas por legisladores y diputados; si se supone que son el portavoz de la sociedad, ¿a qué sociedad representan? No existe ningún consejo de medicina conformado por expertos que determinen que se necesita legislar sobre un aspecto médico y presenten la iniciativa.
He visto muchos comentarios sobre la nueva ley en mis redes sociales, sin embargo, la conciencia social real no es la que es trending topic dos días, sino la que te permite analizar y rescatar puntos de luz. No estoy a favor de la objeción de conciencia en el sector público; pero reconozco que gracias a ella se puede identificar con qué población médica es posible trabajar, con quién no, dónde están situadas estas personas, qué cargos tienen, e identificar si esas son poblaciones vulnerables o no. Si la secretaría de salud identifica que de una población de 100 médicos (digamos que son 100 médicos en todo el país), 20 están en contra de la objeción de conciencia y 80 a favor, se puede averiguar qué formación académica tuvieron, por qué piensan así, y cuáles son las alternativas para fomentar la inclusión.
El acompañamiento de colectivas: una respuesta a la precariedad
Como respuesta a la desinformación y estigmatización, hoy en día hay colectivas que se dedican a hacer acompañamiento del aborto: están haciendo un trabajo que nos correspondería a nosotros; lo mismo pasa con las asociaciones que están haciendo el trabajo que debería hacer el Estado. El acompañamiento es realizado mayormente por personas sin bases médicas y que, a pesar de que el riesgo es muy bajo, no sabrían detectar oportunamente ni actuar ante una situación adversa. Cuando una mujer quiere abortar lo hace hasta las últimas consecuencias, qué mejor sería que fuera una persona especialista en el área quien la acompañara y se asegurara de que está bien, que le de la confianza de estar en un lugar adecuado, haciendo lo mejor para ella. Me parece muy buena la labor de las colectivas al realizar acompañamiento, pero ¿cuántas de estas colectivas hacen, por ejemplo, el proceso de confirmación del embarazo que es necesario antes de realizar el aborto?
He tomado cursos de las colectivas, y me preguntaba cómo Hablemos de aborto o Necesito abortar hacen cursos sobre este tema para doctores y los hospitales no. La primera vez que tomé un curso esperaba encontrar muchos colegas: había psicólogos, dentistas, amas de casa, pero sólo tres doctores de todo el estado de Nuevo León, y uno no contaba porque iba de acompañante. Sí hay más médicos que creemos en la despenalización del aborto, pero no nos encontramos porque no existen suficientes redes seguras.
Desde el consultorio
Ahí es donde trato de hacer pequeños cambios, mínimos. El hecho de que estés en un lugar vulnerable o no tengas acceso a un nivel educativo alto no significa que no puedas tener acceso a la información. Cuando una mujer que quiere abortar llega a mi consultorio, le digo que como médico no puedo darle la receta ni seguimiento; pero sí puedo darle toda la información, y la dirijo con las colectivas. Si no tiene internet, buscamos en ese momento los datos y los anoto: no me da miedo anotar en mi receta proceso y requisitos para aborto, porque le doy las herramientas que ella me está pidiendo; si yo diera un papel de libreta, doblado y a manera de secreto, estigmatizo mi trabajo. Lo hago si ella está sola, o con su pareja, su mamá, su papá, su tía, el niño: la información es para ella, es su decisión.
Hace dos años, aproximadamente, me mantenía al margen de cualquier postura pro o contra el aborto; gracias a la idea generalizada de que el aborto es ilegal, es más cómodo y común adoptar una postura de distanciamiento a este tema como proceso médico. Desde ese momento hasta la fecha, he tenido que aprender y desaprender, leer y cambiar mi punto de vista. El aborto no sólo es un cambio en el proceso de pensamiento de una mujer, sino también de un médico, de una enfermera, de un trabajador social, de un acompañante, un familiar, o una pareja.