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En tiempos del coronavirus COVID-19

abril 19, 2020Deja un comentarioEnsayo, Portada CulturaBy Rosario Herrera Guido
Foto: Especial

Ni bíos político ni zoé natural,
la vida sagrada es la zona de indistinción en que,
implicándose y excluyéndose entre sí,
ambos se constituyen recíprocamente.

Giorgio Agamben

I

“En tiempos del coronavirus COVID-19”, espera ser un breve ensayo que muestre las estrechas relaciones entre la medicina y la política, así como su indiferenciación, que conduce a una redefinición de los significados originarios de los antiguos conceptos griegos de bíos y zoé, entonces tan delimitados. Con el propósito de poder leer desde la biopolítica (Foucault, Nacimiento de la biopolítica, México, FCE, 2007), la epidemia, luego pandemia del coronavirus COVID-19, como una sospecha o convencimiento colectivo de una “guerra bacteriológica” tramada y concertada contra potencias rivales y aspiraciones neocolonialistas hacia los países en desarrollo o tercermundistas, para la gloria de la expansión geopolítica del capitalismo y su impolítica hegemonía: el imperialismo. Donde el hiperpoder, que el filósofo español Eugenio Trías llama “Casino Global”, se monta sobre el mercado mundial y la teletecnociencia de los medios de incomunicación global, donde como dijo Jean Baudrillard, “todo se comunica y nadie se toca”.

Finalmente, un poder cuyo centro se traga a sí mismo como contrapoder (Foucault) y “cava su propia tumba” (Marx), pues siempre está ahí la transgresión a cielo abierto, la mofa colectiva, “la máquina de guerra” (Deleuze), la fiesta contra el duelo (Octavio Paz) o barrocamente la “fiesta luctuosa”, la trauerspiel  (Benjamin), de la irrefrenable resistencia civil (Foucault) o la resiliencia (Emmy Werner, 1995; Emily Hunter, 1999; Ulrich Beck, 1999), que como paradigmas del desafío al riego y contra el encierro en sí mismos y la depresión (cobardía moral para Lacan), en el escenario de la pandemia del COVID-19, explota en el Bel Canto, las Sevillanas y la algarabía de las manifestaciones italian@s y español@s, sin minimizar la también sangre latina mexicana.

II

Para la antigua cultura griega era más que lógica la diferencia entre la vida (bíos), que se renueva con cada primavera y la vida anímica (zoé) que alude a la vida cultural, en particular la del lógos (pensar-ser), que se refiere a la eternidad. Como en el caso de la traducción griega del Evangelio, justo en el párrafo en el que Jesús de Nazaret dice “Yo soy la resurrección y la vida (zoé); el que cree en mí, aunque muera vivirá” (Juan 11:25). Zoé refiere a la eternidad del alma.  

La presencia de la epidemiología (el estudio de las epidemias y también de las pandemias) juega un rol primordial en la organización, gestión y control en las sociedades contemporáneas.

Giorgio Agamben, en el epígrafe que escogí para este modesto ensayo, dice que el bíos es también político, pues la vida humana pertenece a la polis, la civitas, la ciudad, lo público y colectivo, la cultura, y zoé natural, pues el cuerpo es biológico pero además político, ya que no se puede cuadricular a un organismo cultural, para medirlo, pesarlo, manipularlo, diagnosticarlo, medicarlo, o encerrarlo durante la crisis de la pandemia del C-19, sin que todo lo político, desde la familia, las enfermeras, los costos de atención clínica y sanación, la indeseable defunción y cremación, pertenezcan a la vida, en tanto que sagrada (como lo salvo, lo que no debe ser transgredido en la cultura sin graves consecuencias para los ciudadanos y la polis), donde una zona de indistinción los envuelve y los diferencia entre sí, conformándolos mutuamente. Por eso es que se puede hablar de una política de la vida y de una vida política; incluso de un cuerpo social o un tejido social.

III

La presencia de la epidemiología (el estudio de las epidemias y también de las pandemias) juega un rol primordial en la organización, gestión y control en las sociedades contemporáneas. Una organización donde están presentes conscientemente o inconscientemente los dispositivos médicos, creando diversas tensiones científico-políticas, que van del auge de la clínica de finales del siglo XVII hasta su actual empobrecimiento, pues hoy en día la griega kliné (cama), que aludía al médico de cabecera, aquel que estaba tan cerca de los enfermos que lograba diagnosticarlos, medicarlos y hasta curarlos con sólo mirarlos y examinarlos, sólo funciona con estudios de gabinete. Una dimensión que en la actualidad no se reduce al ámbito médico, sino que se ensambla y circula por todo el tejido social a través de la ciudad, el hospital, el departamento, la magistratura y el Estado, permeando una pluralidad de dimensiones: médica, científica, técnica, económica y política.

Así vamos de la salubridad/insalubridad de la higiene pública, instaurada por el Estado-nación, hasta la salud pública (Global Health) promovida por las instituciones globales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), surgida de los acuerdos y tratados convenidos entre las naciones que conforman la Organización de las Naciones Unidas (ONU). De modo que la vinculación que los modelos globales establecen entre salud pública, comercio y seguridad nacional, conduce a la propagación de un “imperialismo defensivo”, cuya función primordial es apoyar el crecimiento de las potencias capitalistas del mundo occidental (de manera ejemplar Estados Unidos).

Todo ello velado por tratados de cooperación, para que sea menos caro tratar la enfermedad en su lugar de origen, a través de una narrativa humanitaria y convincente, que se ondea como una “misión civilizatoria” (al estilo del modelo colonial inglés), que promueve la infraestructura tecnológica y médica, para justificar las diversas intervenciones imperialistas rumbo a la humanitaria integración al desarrollo internacional.

El coronavirus es sospechoso, pues los efectos que produce checan puntualmente con los intereses del actual capitalismo neoliberal y neofascista: la obsesión por la seguridad, la justificación de las prohibiciones, vigilancias y controles, constriñe a aplaudir lo que nos vende el gobierno como protección.

Paso seguido, vienen las prácticas de vigilancia y de bioseguridad. Por ello lo que tenemos en el presente es la vigilancia sindrómica molecular (el cuidado de los síntomas de posibles brotes contagiosos), a través de una microfísica del poder que, según Foucault, vigila los discursos que permean el cuerpo social, hasta en los más pequeños rincones, lo que permite redefinir las concepciones clásicas sobre lo que deben ser las sociedades, las poblaciones y los individuos, la salud y la enfermedad. Porque la gobernanza contemporánea ya no opera sobre poblaciones o individuos, sino sobre “dividuos”: una miríada de componentes a partir de los cuales se ensambla un cuerpo o identidad divisible.

Ahora bien, no hay que olvidar que todo esto sucede en el marco del neoliberalismo, como sostiene Foucault: “[…] para el neoliberalismo, no era para nada saber —como en el liberalismo del tipo de Adam Smith, el liberalismo del siglo XVIII— cómo podía recortarse, disponerse dentro de una sociedad política dada, un espacio libre que sería el del mercado. El problema del neoliberalismo, al contrario, pasa por saber cómo se puede ajustar el ejercicio global del poder político a los principios de una economía de mercado” (Foucault, Nacimiento de la biopolítica, México, FCE, 2007:157).

Con justa razón dice mi colega y amigo David Pavón, que el coronavirus es sospechoso, pues los efectos que produce checan puntualmente con los intereses del actual capitalismo neoliberal y neofascista: la obsesión por la seguridad, la justificación de las prohibiciones, vigilancias y controles, que nos obliga a tener que elegir entre la vida y la libertad, además de que constriñe a aplaudir lo que nos vende el gobierno como protección, confinando a los ciudadanos enfermos o sospechosos,  encerrándolos en sí mismos y obligándolos a ver como peligrosos a los demás ciudadanos, cerrando fronteras, radicalizando el consumismo, las compras de pánico y la competencia, mientras el gobierno festina, consciente o inconscientemente la congelación de las luchas sociales más urgentes, que ya habían prendido antorchas contra el capitalismo neoliberal y neofascista, el ecocidio de nuestras reservas naturales, el machismo y el patriarcado (David Pavón, Políticas del coranavirus, Revolución 3,0, marzo 22, 2020).

En este escenario como en otros, tal vez las fantasías imaginarias populares tengan algún asidero en lo real. El coronavirus concentra todas las intenciones ambiciosas, por ejemplo, de quebrar a China, tan próspera y amenazante del Imperio Norteamericano. Lo bien que le vendría a Trump, un virus mortal para levantarse contra Europa, la del euro más caro que el dólar, como se empezó a leer en la reciente incursión de 20,000 efectivos de las tropas norteamericanas a Europa, so pretexto de los ejercicios militares de rutina, en el marco de la defensa de los pueblos miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que fue creada en Estados Unidos (1949), para frenar la influencia de la Unión Soviética en Europa.

Giorgio Agamben podría leer muy bien esta pandemia de coronavirus, como una modalidad del Estado de Excepción contemporáneo, que no tiene nada de constitucional, pues con la reclusión suspende sutilmente las libertades individuales y abandona a los ciudadanos al “poder desnudo”, pornográfico y retorcido, a la nuda vida, a merced del poder del Estado. Porque en realidad —advierte Agamben— no tiene ningún sentido recurrir a los criterios de extrema necesidad y temporalidad para justificar el Estado de Excepción, ya que todo intento por limitar el poder en una situación de emergencia es frívolo (Agamben, Estado de excepción, Pre-textos, 2004).

¿Qué es el factor epidemiológico o pandémico? Permítanme una respuesta posible: la generación y propagación de la indistinción entre la ciencia y la política.

Como se puede apreciar, después de la marcha y el paro de las mujeres, convocado por las Brujas del Mar, qué bien le vendría al gobierno tomar la excepción del encierro “para proteger a la ciudadanía del C-19”. Tal vez por ello, los informes oficiales no tocan la vinculación entre el virus asesino globalizado y la temperatura, descartando que la constitución de este COVID-19 es pura grasa (tiene una cubierta de lípidos, dijo de entrada un informe oficial), y que el calor, ahora en varias regiones del país de 40° C, no le podría venir nada bien. Y que si nos salvamos va a ser en gran parte gracias al adelanto de una cálida primavera, o un extemporáneo estío.

Entonces es preciso hacerse la pregunta ¿qué es el factor epidemiológico o pandémico? Permítanme una respuesta posible: la generación y propagación de la indistinción entre la ciencia y la política. Lo que la hace una dimensión privilegiada para el ejercicio de lo biopolítico, cual indistinción entre las ciencias médicas y las ciencias sociales. De tal manera que, por misterioso y enigmático que parezca, se trata de una indistinción que permite la creación de las más diversas formas de control político de los cuerpos y el tejido social.

Una indistinción entre la medicina y la política que permite, por dar un ejemplo próximo, el control de los sujetos sanos y contagiados por el COVID-19, de conformidad con las reglas de la Organización Mundial de Salud, a través de la reclusión en sus casas, para evitar masivos contagios, además de abstenerse de colapsar el Sistema de Salud Pública, ya de por sí colapsado, algo que puede suceder aquí o en Estados Unidos, porque para ninguno de los dos sistemas la salud es un asunto de seguridad nacional.

A propósito, permítanme que les recuerde un cuento de terror. En 1994, el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, al dar su 6° y último Informe de Gobierno, rompe con el Pacto Tripartita del Instituto Mexicano del Seguro Social, IMSS (las aportaciones de los trabajador@s, patrones y gobierno), al anunciar el derecho de todos los jóvenes al Seguro Social, sin aumentar infraestructura, personal ni recursos para tal medida, lo que constituyó la primera gran masificación y quiebra del IMSS, tal vez en aras de dejarle al PRI los votos de todos los jóvenes de México. A ello hay que agregar la cancelación del Seguro Popular (por corrupción), por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador, y el reemplazo por el Instituto Nacional de Salud y Bienestar (INSABI), cuya institución definitiva fue anunciada para diciembre de este 2020.

Una indistinción entre la medicina y la política, que permite diluir algún posible retraso de la convocatoria gubernamental al Sistema de Salubridad General, para dar una respuesta contundente a una pandemia que ya había llegado importada de Bergamo, Italia y de España, y que después se manifestó como nativa, una urgencia que demandaba una pronta respuesta de Estado, pero cuyo primer mensaje puso tensos a no pocos mexicanos y seguramente hasta los mercados, y que tal vez fue para calmar al pueblo creyente y bueno, en la que el presidente de México se sacara de la bolsa de camisa un objeto sacro y difundiera públicamente su fe, a una especie de Vade Retro Satana, expresado en la imagen y la invocación “Detente enemigo, el Corazón de Jesús está conmigo”, mientras dejaba en segundo plano una respuesta de Estado, diplomática y profesional, que expresó, sin poderlo evitar, en este orden: la pandemia de C-19 será profesionalmente atendida por técnicos, médicos y científicos.

            Ya la lectura del filósofo italiano Giorgio Agamben, en su libro sobre la genealogía del poder en Occidente, pone a la luz la doble estructura del gobierno, la correlación entre autoridad y potestad, entre Reino y Gobierno, que interroga la relación entre la Economía y la Gloria, entre el Gobierno no como gestión eficaz y el Poder como Majestuosidad, ceremonial y liturgia, dos aspectos descuidados por filósofos y politólogos, dejando de lado preguntas necesarias: ¿Por qué el poder necesita la Gloria? Si el gobierno es capacidad de acción, ¿por qué asume la forma rígida y gloriosa de los sermones, la prédica, las ceremonias, las declamaciones y los protocolos? ¿Cuál es la relación entre economía, la política y gloria? Preguntas que descubren la relación entre la Economía y la Gloria, como la estructura de la máquina gubernamental religiosa, confesional, piadosa y devota (Agamben, El reino y la gloria, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2008:10).

            Como se sabe, este escenario religioso no es sólo una tentación de los gobiernos, también es del pueblo; la podemos reconocer en cada elección, donde el candidato que compite para ganar, hace cuentas de los millones de votos con los que puede ganar, y desde el principio ofrece a las mayorías, por lo común, empobrecidas por el sistema capitalista, diversas ayudas al pueblo. Aunque el pueblo no necesita que lo ayuden, sino que el gobierno impulse y sostenga las condiciones para que las ciudadanas y los ciudadanos puedan trabajar, estudiar, tener vivienda, salud, transporte, etc., y obtener con dignidad los frutos de su propio trabajo.

Claro que una estrategia aparte y plausible del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es becar a los jóvenes estudiantes, rumbo a la movilidad social, a los jóvenes profesionales que no logran conseguir trabajo porque les piden experiencia, a los que tienen capacidades diferentes, a los adultos mayores, pero con un padrón resultado de un estudio socioeconómico, supervisión y evaluación de los programas sociales, para que de ningún modo pueda haber cabida a que los apoyos sociales disfracen políticas clientelares electoreras.

Porque el político que ayuda al pueblo lo está condenando a ser pobre toda la vida. Una ayuda que, finalmente, es un engaño; aunque una treta consentida por el engañado, que prefiere que alguien administre su existencia por el miedo a hacerse cargo de sí mismo y responder por los propios actos, aciertos o errores, además de trazar su propio destino. Pues, como se sabe, son políticos que no envían a sus hijos a las escuelas públicas ni van a los hospitales del sistema de salud pública. Son políticos que hacen un sistema que no funciona para la población, además de que se hacen ricos con ello, porque la administración de la pobreza es un gran negocio, que produce un país para los políticos y otro para el pueblo. Parafraseando al filósofo francés Jacques Ranciere, desde una perspectiva de izquierda que, según el filósofo marxista Adolfo Sánchez Vázquez, no es otra que la igualdad: el arte, la cultura y la educación deben tener a la igualdad como principio y no como fin, si es que en realidad no se quiere reproducir la desigualdad que se propone suprimir” (Jacques Ranciere, “Prefacio”, El maestro ignorante, Barcelona, Laertes, 2010).

IV

Un poder omnímodo, pero un poder de cuyo seno surge un contrapoder que lo obliga a que se trague a sí mismo (Foucault) o que “cave su propia tumba” (Marx), pues la ley va de la mano de la transgresión (Bataille), dado que ante la más cruel racionalidad, a cielo abierto surge la ironía, la carcajada, la mofa colectiva, “la máquina de guerra” (Deleuze), la fiesta contra el duelo o barrocamente la “fiesta luctuosa”, la trauerspiel (Benjamin), la irrefrenable resistencia civil (Foucault) o la resiliencia (Emmy Werner, 1995; Emily Hunter, 1999; Ulrich Beck, 1999), que como paradigma del desafío al riego y contra el encierro en sí mismos y la depresión (cobardía moral para Lacan), en el escenario de la pandemia del C-19, explota el Bel Canto, las áreas de ópera, el ingenioso ping pong de balcón a balcón, las Sevillanas, los maratones caseros y la algarabía de las manifestaciones italian@s y español@s, sin minimizar la también sangre latina mexicana, que se las arregla de maravilla con lo que Freud llamó el Witz, la gracia en el alemán de los románticos, la gracia hasta mística y poética popular, el ingenio, el chiste, la chanza, el albur. Como el chiste construido a partir de la heroína Susana Distancia, promovida por el Gobierno de México, para que todas y todos, infantes y jóvenes, adultos y adultos mayores, acepten con beneplácito su aislamiento y encierro; pero que más pronto que tarde surgió un meme viralizado: “La secretaría de Salud acaba de crear el personaje ‘Susana Distancia’. Sus próximos personajes serán: Ivana Empeorar; Soyla Enferma; Aquiles Contagio; Eloy Occiso; Yani Meyamen…”

            Tras la reciente tragedia griega española, mi colega y amiga María Luisa Maillard, me compartió que la siniestra situación en la que entraron y todavía no salen, es en parte porque Pedro Sánchez y su gabinete, como no tomaron en serio la pandemia del coronavirus, estaban en otras cosas, como manifestaciones multitudinarias, cuando ya se habían reportado 674 casos confirmados y 17 muertos, además de que no procuraron tener el material sanitario suficiente. Decían que no iba a pasar nada y que el C-19 era una gripe sin importancia, olvidando los casos de China e Italia. Entonces el 13 de marzo los infectados ya eran 3,000 y los muertos 100. Dos días después cerraron los colegios y universidades y les internaron en sus casas. Pero a pesar de los 25,000 contagiados, 1, 351 muertos, la sanidad pública colapsada y el conocimiento de que ya habían empezado a seleccionar quienes tenían posibilidades de sobrevivir, ella empezó a bailar sevillanas, a correr maratones de la cocina a su estudio, sin perder el buen humor, como el resto de los vecinos, que pusieron a circular en las redes procesiones caseras de Semana Santa, sopranos que cantan y son aplaudidas por todo el barrio, además de la zarzuela “Hola don Pepito, Hola don José”, incluyendo los aplausos cotidianos desde ventanas y balcones a los médicos, enfermeras y personal sanitario por su entrega, que ha sido tan excesiva, al punto de que la mayoría de ellos se han contagiado. No cabe duda que el supuesto Estado de Excepción estudiado por Agamben, cual metáfora de las políticas sanitarias para combatir y erradicar el coronavirus, como diría mi querida y admirada amiga María Luisa Maillard, “¡no les quita lo bailao!”.

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Sobre el autor

Rosario Herrera Guido

Originaria de la Ciudad de México y vecina de Morelia. Doctora en Filosofía (UNED, España), Doctora en Psicoanálisis (CIEP, México). Autora, coordinadora y coautora de cincuenta libros, trescientos ensayos de investigación y divulgación y poemas publicados en antologías nacionales y extranjeras, revistas y periódicos. Directora de la revista "La nave de los locos" (www.cartapsi.com) y Secretaria de Redacción de la revista "Letra Franca" (www.letrafranca.com). Conferencista Magistral y Ponente en Foros Académicos Internacionales y Nacionales. Docente invitada por universidades nacionales y extranjeras. Presea Princesa Eréndira 2011 y Presea Amalia Solórzano 2013, otorgadas por su carrera como escritora y su compromiso social. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (2003-2014). Actualmente Docente Invitada del Posgrado en Psicoanálisis (UAQ) e Integrante del Grupo de Investigación en Filosofía, Literatura y Arte (GIFLA) de la Maestría y Doctorado en Artes de la Universidad Autónoma de Guanajuato.

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