Tiempo destrozado junto a Amparo Dávila
Laura Elena Cáceres
Conocí a Amparo Dávila, como autora, en 2012, en la clase de Literatura Mexicana Contemporánea. En esa época, la planeación del maestro Eliseo Carranza me acercó a la escritura de muchas mujeres, o al menos eso dicen mis apuntes, desteñidos y amarillentos, los cuales, en esta época tecnologizada, ya debería haber tirado y olvidado. No lo hice porque quedé cautivada. Tiempo destrozado me encantó: perturbador, como encontrar a alguien con quien compartir una voz. Amparo hablaba desde una conciencia que iba más allá de mi realidad, en donde podías sentir a los fantasmas respirarte en la nuca. Por ello creí que hablaba desde otra vida, desde otro tiempo, algo que había quedado anclado.
Por mi educación, o la falta de ella, cuando me presentan autores en entornos académicos tiendo a creer que están muertos, sus palabras yacen enterradas entre las hojas. Creer en la muerte prematura de los autores ha sido un error que procuro sacudirme: nadie se molesta en decir que las personas vivas también laten y pulsan en acciones como la escritura.
Amparo Dávila revivió como esa escritora presente años después, cuando noté que Alberto Chimal publicaba sus acercamientos y convivencia con ella en redes. Nunca escuché que Amparo Dávila tuviera Facebook o redes sociales. Esa convivencia con Chimal la dejaba también como una especie de fantasma recluido en sus libros. Como nació en 1928, adaptarse era difícil; aun así logró llegar a mí a través del concurso Amparo Dávila de cuento fantástico, 2014. Muchos de lo que podría llamarse un gremio no oficial –el de ciencia ficción, fantasía y terror– nos animamos a concursar. Ya ni recuerdo con qué relato fue, pero no gané. Era un relato escrito a los dieciséis años, le faltaba algo, como siempre le falta a todo lo que escribo. No obstante, notar que Amparo vivía y podía dar a conocer el género fantástico en México era algo que me alegraba, me llena de entusiasmo, porque atravesaba tres cuestiones difíciles: ser escritora, ser mujer, ¡y escribir literatura fantástica! Por ello también me entusiasmó encontrar reediciones de sus libros, observaciones, análisis de maestrías. Como siempre pasa, solamente se masificaron entre lectores, porque siempre hay un alejamiento cuando se trata de lo literario, incluso cuando se trata de lo fantástico, esa literatura plebeya, como decía Darko Suvin en Metamorfosis de la ciencia ficción. Pero Amparo permanece.
El sábado 16 de abril de 2020 leí en Facebook que el primer escritor que había avisado de su muerte era Abraham Martínez, con quien colaboro en el e-zine El Ojo de UK. Él expresó sus condolencias en la publicación, yo sólo pude responder con un “chia” de forma larga, pues daba por sentado que podía durar viva otro rato, escribir nuevas cosas, hacer otro concurso más. Pero, como nos recuerda el meme, cada día es un chale distinto.
Entre las curiosidades que escribió hay un poema acerca de cómo quería su muerte. Afortunadamente ninguna de las cosas que temía se cumplió. Por ello El tiempo destrozado sigue perpetuo en mí, por lo menos en las copias de hojas amarillentas que guardo y me obligué a leer de nuevo con el propósito de recordarla. La difusión de alguno de sus libros digitalizados nos volarán la mente con su perturbadora imaginación.
Descansa en paz, Amparo, grande Amparo Dávila.
Un elegante desconcierto
Julia Ibarra Cerda
La vida me concedió leerte hace dos años, desde entonces admiré tu trabajo. Casi a la par algunos maestros recomendaron tus libros. Lo tomé como una confirmación. Luego descubrí tu cuento “Señorita Julia”. No se puede pedir más, ¿cuántas de nosotras puede presumir que una de sus autoras predilectas escribió una narración con su nombre? Yo puedo.
Aún no termino tu obra, querida Amparo, pero ten la certeza de que así será. Es difícil determinar qué textos tuyos son mis favoritos: me gustan muchos. Pero iré por “Alta cocina”, “Un boleto para cualquier parte” y “El huésped”, por supuesto, tu cuento más emblemático, uno de los más crudos. No deja de estremecerme cada vez que lo leo.
Si algo hay que destacar de tus textos, Amparo, es la sencillez con la cual llevas a tus personajes y a tus lectores a un elegante estrés y desconcierto. Sin duda, la mejor narradora mexicana de literatura fantástica que el país ha tenido la dicha de parir.