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El coronavirus puesto a un lado

mayo 18, 2020Deja un comentarioAcadémic@s de Monterrey 43, Portada SuplementosBy Efrén Sandoval Hernández

En las últimas semanas hemos escuchado frases como “el coronavirus no existe”, “el coronavirus es un invento del gobierno”, “…a lo mejor ni existe, pero mejor me cuido”, y hemos también observado que hay gente que decide salir a la calle no por necesidad, sino porque, al final, “no creo que me pase nada” o porque “Dios dirá”… ¿Por qué? ¿Cómo funciona esto? ¿Es algo irracional? La propuesta de la Antropología existencial de Albert Piette[1] puede ayudar a responder.

De acuerdo con Piette, los homo sapiens sapiens[2] tenemos la capacidad de funcionar con lateralidad, es decir, de aceptar o creer que muchas cosas están ahí, independientemente de nosotros. Por ejemplo, en este momento estoy escribiendo estas líneas, pero para hacerlo, parto del supuesto de que muchas otras cosas están ahí. Sé, digamos, que en este momento en el refrigerador y la alacena de mi casa hay comida. Si no hubiera comida, muy probablemente en lugar de estar escribiendo estaría buscando comida. Supongamos que hoy por la mañana me levanté y lo primero que hice fue ponerme a escribir ¿quién me garantiza que por la noche algún extraño no entró a mi casa y se robó mi comida? Sin embargo, creo que eso no pasó, y sigo escribiendo. Esa es la capacidad de poner las cosas a un lado (lateralidad) y seguir adelante. Es la misma que muchas personas ponen en marcha cuando, en medio de circunstancias muy adversas que les hacen sufrir demasiado, deciden asirse de la pequeña mirada, la tímida caricia o breves actos cotidianos que les hacen seguir aun y cuando saben que aquel mal que les aqueja, sigue ahí. Esa misma lateralidad hace que, otro ejemplo, creamos que Dios existe pero no indaguemos mucho al respecto. En el fondo, muchos se preguntan si verdaderamente existe eso que se supone que es Dios, pero deciden creer (hacer como si) que sí existe para entonces hacer muchas de las otras cosas de la vida. Si nos pusiéramos a indagar si Dios existe, la vida se nos iría en ello, pero la vida no se va en indagar, en averiguar si las cosas sí existen y cómo, más bien preferimos creer que sí están, aún y cuando esto implique que tal vez no existan (¿y si no?).

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Esa capacidad de poner a un lado muchas cosas es explicada por Piette a través de las herramientas que los primeros Homo sapiens sapiens manejaron en un sentido muy distinto a sus predecesores Neandertales. Aquellos, conservaron las herramientas consigo, las llevaron a lugares específicos que hoy los arqueólogos consideran los primeros talleres, las primeras carnicerías que existieron en el mundo. Este acto significa que, mientras ellos hacían muchas otras cosas, sabían que las herramientas seguían ahí, estaban ahí, y no tenían que volver a fabricarlas o a encontrarlas en la naturaleza después de cada acto que los llevaba a necesitarlas. Esa es la diferencia con la herramienta que usa el Chimpancé, el cual se olvida de ella una vez que la utiliza. Esta capacidad, le permitió al Homo sapiens sapiens creer, luego, en la existencia del grupo: yo hago muchas cosas bajo el supuesto de que mi grupo existe, sigue existiendo. Lo mismo podemos decir de los lazos sociales. Es como si hoy dijera: creo que en el refrigerador de mi casa esta mañana sigue estando la comida, y también esta mañana creo que mi hijo o mi esposa siguen siendo mi hijo y mi esposa, así es que puedo dedicarme a escribir estas líneas. Esa creencia luego nos llevó a creer en la existencia de algo más allá de la muerte (hay algo, no sabemos qué, pero hay algo, existe, no lo veo, nadie lo ve, nadie lo ha visto, pero creemos), así es que el muerto sigue teniendo una existencia; en dioses, y también en la sociedad o el Estado. Pero la cuestión no termina ahí.

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Creer que todo esto existe implica tener la duda sobre su misma existencia ¿la comida sigue ahí? ¿el lazo con mi hijo o mi esposa sigue ahí? ¿Dios? ¿mi familia? ¿el Estado? La duda, hace que esto sea un acto de creer en el sentido de que no me detengo a averiguar si las cosas realmente existen o no, y en el sentido también de que, al mismo tiempo, hay muchas cosas que decido que no existen. Así, muchos actos cometidos por quienes supuestamente son creyentes y que a juicio de otras personas resultan contradictorias con la supuesta creencia, son una evidencia de que aquella creencia es solo eso, es decir, una posibilidad relativizada y no un hecho real y material: creo a mi manera, o no creo, ¿de verdad creo? Lo mismo se puede decir sobre muchos actos cometidos por los padres, los esposos o los ciudadanos ¿cuántas veces no nos hemos preguntado cómo es que un delincuente no haya pensado en que iba a ser condenado si cometía determinado delito? ¿Podemos decir que, en realidad se trata de alguien que no cree en la existencia del Estado o que, en determinados momentos prefiere creer que no existe el Estado o la Ley y entonces comete cotidianamente actos que contravienen la supuesta creencia en el Estado? La lateralidad entendida en este sentido, por cierto, es la misma que le permitió a Eichmann llevar a cabo los actos por los que finalmente fue condenado. Esa lateralidad valió la compleja reflexión de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal.

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Cuando decido que el coronavirus no existe no es que decida que no existe como hecho material, sino que lo estoy poniendo a un lado y sigo adelante. Hago a un lado (lateralidad) mi miedo a morir porque si lo pongo al centro, entonces me paralizo. También pongo a un lado lo que las autoridades me dicen sobre el virus, de la misma manera que pongo a esas mismas autoridades, en las cuales se supone que debería creer, a un lado en muchas otras ocasiones. Al poner a un lado el miedo o lo que sobre el virus dice la autoridad, puedo seguir con los pequeños y grandes actos que me permiten seguir existiendo. Por ello, en la calle no vemos sólo a aquellos que materialmente tienen que hacer algo para comer, sino también a muchos otros que, se supone, deberían estar guardados en su casa.

Al final, la racionalidad, esa que supuestamente nos dice que habríamos de quedarnos en casa y evitar un contagio que eventualmente nos puede llevar a la muerte, es también una creencia.

18 de mayo de 2020

** Todas las imágenes fueron tomadas de Internet

[1] Piette, Albert. Anthropologie existentiale, Éditions Pétra, París, 2009.

[2] En paleoantropología, el término humano anatómicamente moderno​ u Homo sapiens anatómicamente moderno se le denomina Homo sapiens sapiens. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Homo_sapiens_sapiens#cite_ref-2

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Sobre el autor

Efrén Sandoval Hernández

Tampico, 1974, hijo de antipriistas. Le encantan los deportes de raqueta, el futbol americano, escuchar la radio hablada y desayunar en los cafés de viejitos. Trabaja en CIESAS Noreste.

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