
Quien escribe se expone a toda clase de peligros…
Adam Zagajewski
A lo largo de los años he seguido la trayectoria poética y ensayística de este escritor polaco nacido en el 45 en Lvov (actualmente Ucrania). Son de esos casos, que cuando veo una novedad editorial de este autor, no dudo en adquirirla.
Me tardé un poco en emprender esta reseña porque resulta difícil de asir su propuesta temática tan dispersa. Como bien se apunta en la contraportada, este libro es parte autobiográfico, aforístico, y nos cuenta de las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial, pero también de los guiños artísticos, literarios, poéticos; nos relata igual de este o aquel personaje, de su pasión por la música, que parece algo así como su amor imposible.
La música nos recuerda qué es el amor. Si alguno lo olvida que escuche música.
Sin orden cronológico, brincando de un tema a otro, reflexionando o al dejar un simple apunte, sin duda en todas estas páginas hay un despropósito de proponer algo en concreto; sin embargo, su lectura es fascinante, muchas veces ilustrativa, a veces estremecedora.
Transcribo ahora una cita donde Zagajewski define el acto mismo de escribir:
Escribir. En los mejores días, el acto de escribir, rebosante de energía y de júbilo, es casi una autocreación, proporciona la curiosa sensación de dominar la propia vida… En los días un poco más complicados, escribir es una lucha contra la depresión. Y en los días decididamente difíciles, no es más que una tentativa de salvarse… y proteger a toda costa lo poco que se tiene.
Punto importante: las referencias musicales (que igual para mí es como un amor imposible) y las pistas sobre escritores desconocidos nos llevan a explorar otros mundos; igual encontramos una observación reveladora sobre algún poeta ya conocido, como en este caso de Apollinaire:
Sobre Apollinaire… he aquí un poeta de vanguardia que pide perdón, clama misericordia, a pesar de que el tono fundamental de los vanguardistas es la arrogancia.
…quien haya experimentado el verdadero sufrimiento nunca será capaz de abrazar totalmente en serio las consignas de los artistas jóvenes y ambiciosos…
Con cerca de 350 páginas y no sé cuántas anotaciones, el libro permite ser leído a salto de mata, quiero decir sin orden alguno o incluso desechando algunos apuntes que no llaman nuestro interés, pero debo confesar que hojeándolo de nuevo para hacer esta reseña, releí con gusto no pocos subrayados como estos:
El científico versus el artista… El artista corre mayores riesgos, no sólo se expone a la crítica de la venerable opinión burguesa, sino al hecho de despojarse del velo, de mostrar la condición humana al desnudo en el escenario de una novela o de un poema. En cambio, el científico se ampara en la biblioteca, se auxilia con las notas a pie de página… Nunca nadie lo verá en paños menores ni le reprochará que no se haya preparado debidamente.
Paul Claudel decía: “Quien admira siempre tiene razón” …en el fondo la admiración y el entusiasmo son espiritualmente superiores a la crítica, al sarcasmo, y a una actitud puramente irónica…
A la pregunta de si es fácil escribir poemas, éste (Victor Hugo) respondió: “Cuando uno puede escribirlos es muy fácil; cuando no puede es imposible.
Los siguientes dos subrayados obedecen a otra gracia del libro: coincidir en algo, decirse uno: “esto ya lo había dicho yo de alguna otra forma”, y querer estrecharle la mano al escritor polaco en forma solidaria:
Hace poco alguien me preguntó por qué no escribo novelas. No las escribo porque no soy novelista. Hay tantas razones que no conseguí dar una respuesta clara…
Creo que lo que más amaba de las montañas era el hecho de que se elevaran de un modo tan evidente por encima de las penas y tribulaciones de la cotidianeidad, por encima de las elecciones que aquí, en la llanura, uno tiene que hacer a diario.
Sigo estos apuntes con la perspectiva que tiene Adam Zagajewski sobre su oficio, la poesía. Aforismo, ars poética o una de esas graciosadas que son una genialidad… y que además da título al libro:
Una leve exageración es, de hecho, una buena definición de la poesía… La poesía es una exageración mientras no hacemos de ella nuestro hogar, porque entonces se vuelve realidad. Y luego cuando la abandonamos –porque nadie puede morar en ella siempre-, vuelve a ser una leve exageración.
Finalmente debo reconocer que en esta reseña no he podido hacer una recomendación cabal sobre este libro. Me faltó paciencia, me faltó oficio, no sé. Insisto, las conversaciones que se abren en cada una de sus páginas son tan dispersas como gratificantes, tan conmovedoras como discutibles.
Me ha tocado leer este libro en tiempos difíciles, atemorizados por una pandemia que nos mantiene acorralados. Aplaudo a Zagajewski esa leve exageración de su genialidad como poeta y observador del mundo desde su memoria. El espacio de libertad que crea… es inmenso y se agradece.
Una leve exageración, de Adam Zagajewski. Acantilado: 2019.