
China es el gigante asiático que, cansado de su encierro en Asia, se lanzó al mundo.
A lo largo de la historia de los Estados-nación, han existido cuatro grandes configuraciones mundiales. La primera se dio tras la primera guerra mundial y la extinción de tres grandes imperios remiendos de un sistema socioeconómico cada vez más anacrónico –los imperios austrohúngaro, otomano y ruso-. El segundo y tercer momento los tenemos con la segunda guerra mundial, la destrucción material de Europa y su subsecuente debilitamiento, al mismo tiempo que el mundo contemplaba el ascenso irremediable de dos gigantes como lo son Estados Unidos y la Unión Soviética. Este momento es importante no solo por la rivalidad ideológica de estos dos gigantes que proclamaban tener la verdad y cuyos discursos se traducían en enfrentamientos indirectos llevados a cabo por terceros países, sino también, porque es durante este proceso conocido como “guerra fría”, que las instituciones que moldean el mundo contemporáneo se erigen, instituciones y normas que pretenden delinear una gobernanza mundial para dejar atrás una tradición realista e inscribirse en una tradición liberal. Hobbes, Maquiavelo y Morgenthau son suplantados por Locke, Smith, Kant y Nye. El cuarto momento es el que se refiere a la caída de la Unión Soviética y el triunfo de Estados Unidos, máximo representante del “mundo libre”. Junto con la caída de la Unión se le daba supuesta muerte clínica a la ideología comunista, venía “el fin de la historia”, pues sin comunismo, no existía antagonismo y dado que la historia se escribe gracias y debido a estos antagonismos, era natural suponer que sin comunistas la historia se aniquilaba. Lejos estaba esto de ser verdad con los ataques terroristas del once de septiembre; pero durante algunos años, Estados Unidos y las instituciones, vivieron la ilusión liberal.
¿Podemos hablar hoy de un quinto capítulo de la historia moderna? Considero que sí, y a lo largo de este ensayo explicaré las razones.
La coyuntura internacional no es estática, el poder es dinámico y los imperios caen, de eso se trata el inevitable paso del tiempo, de cambio y movimiento. El ser humano está atado a este dada su condición de mortal. El tiempo es quizá la invención más humana de la especie, y es este mismo imaginario el responsable de la historia, que no es más que una narración del tiempo, es decir, una estructura social de esta medición. Muchas cuestiones se pueden aprender e interpretar de la historia, una de las cuestiones más importantes es que ni el poder ni los imperios gozan del don de eternidad, quizá sus recuerdos lo hagan, pero su proyección de poder en el mundo, no.
Estados Unidos fue el imperio durante largas décadas; sin embargo, este país ha sufrido los embates del tiempo y ha presenciado cómo el poder ha sufrido transformaciones que obligan a entenderlo de distinta manera; de esta forma, un amplio y armado ejército pasa a un segundo plano cuando las confrontaciones se han desplazado al campo económico y digital; de igual forma pasa a un segundo plano cuando ni todo el poder institucional y la inteligencia pueden impedir detonaciones terroristas ejecutadas con un presupuesto mínimo y cuyo poder simbólico es inmensamente mayor al de aviones bombarderos arrojando bombas sobre ciudades enteras en Medio Oriente. Es en este contexto que tenemos el arrojo de China para posicionar su agenda en el mundo, una China que parece entender bien esta nueva realidad, pues es en ella que este país ha emergido como gran potencia.
No se hará un breviario histórico de la aparición de la República Popular de China tras el triunfo de la revolución y la posterior retirada del Guomindang a la isla de Taiwán, tampoco el fortalecimiento económico que el país vivió en 2008 durante y después de la crisis financiera, pues esas son cuestiones que conciernen a otras dimensiones de análisis. La pregunta que nos atañe tiene su foco de atención en los últimos años en que experimenta lo que es quizá su punto cúspide en la realización de su inserción internacional en el contexto actual de la pandemia. Si bien mi análisis de política exterior estará mayormente enfocado en esta pandemia que se ha globalizado, lo cierto es que sí debemos hacer un recorrido de los últimos eventos que delatan las pretensiones de China de tener una influencia relevante en el mundo.
China parece estar destinada a superar a Estados Unidos en términos críticos de economía en los siguientes años, sin embargo, la economía por sí sola es un cuerpo fuerte y resistente sin ojos, los ojos de cualquier país en el mundo se pueden interpretar como su política exterior y unos buenos ojos conjugados con una enorme economía, hacen de su poseedor un gigante de paso firme que marca su influencia como una huella en el escenario internacional.
China en el Foro económico Mundial 2017
Este Foro como escenario de reunión de líderes mundiales, es decir, con una importancia de concurrencia y coincidencia no solo de personajes, sino de ideas, conflictos y retos, y como escenario de discusión de temas relevantes en el mundo, durante 2017 posicionó a China como un actor que pasaba de una reservada pero importante posición en la retaguardia mundial, a un posicionamiento de vanguardia, en un hecho insólito en el que Estados Unidos, desde la elección del actual presidente Donald Trump, pasó de ser el principal líder y promotor de la globalización a un duro cuestionador de esta misma y de sus instituciones. Mediante su principio electoral y político America first, dejaba en un segundo término el posicionamiento estadounidense como actor internacional principal y recurría a un nacionalismo típico de un país en lento pero constante declive, es decir, se replegaba del mundo.
En este contexto Xi Jinping pronuncia un discurso que, más allá de su importancia material, nos interesa su importancia simbólica, pues mediante él construye y posiciona a China ya no como un actor puramente emergente y oscuro en términos de presencia, sino que se levanta como un actor principal con la capacidad material de relevar a Estados Unidos en el liderazgo internacional. El hecho de que lo haya hecho en Davos en el marco de este Foro, deja en claro que sus intenciones no son contrarias a los países que conforman el mundo, pero principalmente a naciones que integran la Unión Europea, Japón y el propio Estados Unidos. El discurso no solo detenta su importancia simbólica en las palabras que se usan, sino también en el lugar en el que se pronuncian, en el contexto y la forma en que se hace. En este sentido Xi habló el mismo idioma que occidente y el hecho de que lo haya hecho dentro de un marco institucional, denota sus intenciones conciliadoras más que confortativas.
“Algunos culpan a la globalización por el caos en nuestro mundo, pero nuestros problemas no son causados por la globalización”, dijo el líder chino el martes.
“No habrá ganadores en una guerra comercial. Seguir el proteccionismo es como encerrarse uno mismo en un salón oscuro: puede que evite el viento y la lluvia, pero también se quedarán afuera la luz y el aire”, señaló Xi Jinping. (Redacción, 2017)
La diversificación comercial de China y el acrecentamiento exponencial de su cartera de asociados, resulta crucial en una guerra comercial no declarada con Estados Unidos.
Este discurso no es gratuito y es que desde el inicio de su campaña electoral, hasta su mando ejecutivo, Trump acusó a China de ser el responsable de la decadencia económica de Estados Unidos y no tenía reparo en enunciar abiertamente su intención de levantar barreras comerciales en contra de China para “proteger” a su mercado de la injusta competencia del gigante, sin embargo, en el discurso de Xi se nota la doble intencionalidad de lanzar un mensaje a Trump, pero también de invitar al mundo a que vea a China no como rival, sino como aliado.
Ruta de la seda
De salir bien, la Ruta de la seda es quizá el proyecto que marcará el siglo XXI de la misma forma en que el Plan Marshall o la creación de la Unión Europea marcaron el siglo XX. Y es que este proyecto de infraestructura y de conexión involucra a países de todos los continentes, si bien China incansablemente ha declarado que este proyecto no persigue fines geoestratégicos ni tampoco pretende hacer que los países caigan en la llamada “trampa de la deuda”, lo cierto es que este tema ya está posicionado en la agenda pública de diversos países y China mediante este megaproyecto ha adquirido una importancia internacional incuestionable que podría servir para mover ciertas opiniones y apoyos a su favor.
Para China, los beneficios del plan son claros: ampliar vías hacia el oeste le permite desarrollar sus regiones occidentales, más empobrecidas; estimula sus sectores industriales en momentos en los que su economía entra en una etapa de menor crecimiento; abre mercados para sus productos; facilita que otros países adopten sus estándares tecnológicos, por ejemplo, en telefonía 5G; y, en general, expande su presencia e influencia internacional. (Vidal, 2018)
Estados Unidos es uno de los principales críticos de este proyecto pues indudablemente este mismo está transformando las relaciones de poder con los países que se están integrando a esta ruta económica; es, en cierto sentido, un mecanismo y estrategia de poder blando. La diversificación comercial de China y el acrecentamiento exponencial de su cartera de asociados, resulta crucial en una guerra comercial no declarada con Estados Unidos.
Red 5G
Es un hecho que de lo que se habla hoy, más que de una revolución industrial, es de una revolución digital: quien controle las redes será el país que defina el camino y quehacer mundial en gran medida. Es por ello que la carrera tecnológica que se está dando por desarrollar esta red, dio demasiado de qué hablar en 2019 (y lo sigue dando, pues hay personas que derriban antenas ya instaladas de red 5G pues creen que propagan COVID-19). Esta carrera está enmarcada en la guerra comercial que se lleva a cabo desde 2016 entre Estados Unidos y China; el vanear empresas como Huawei o Apple de Estados Unidos y de China respectivamente, es solo uno de los frentes en los que esta guerra se lleva a cabo.
Pero lo que está en juego es algo más que una correcta utilización de las oportunidades que ofrece la tecnología. También lo está la preponderancia tecnológica.
Así lo han entendido en los últimos años Estados Unidos y China, ambos metidos de lleno en una carrera para lograr la supremacía tecnológica: la prevalencia de las tecnologías y sistemas otorga a aquel que logra esa posición una ventaja competitiva indudable a la hora de poder imponer sus intereses geopolíticos, económicos, comerciales o incluso culturales.
El 5G también se ha convertido en arena conflictiva en el que ambas potencias compiten en una guerra comercial, utilizando en ocasiones razones de seguridad nacional que, probablemente, también incluyen una buena dosis de protección a empresas nacionales y disputa por la imposición de la tecnología propia. (Moret, 2019)
La carrera que se libra es por la supremacía tecnológica. Estados Unidos, a lo largo de los últimos años, ha hecho un constante llamado a sus aliados para no permitir la entrada de la tecnología china en 5G, bajo el pretexto de ciberseguridad y de una competencia desleal por parte de China, sin embargo, el hecho es que China lleva la delantera en esta carrera y cada vez es más difícil para el mundo ignorar esto.
Islas artificiales y mar de China
El mar meridional de China es una región marítima cargada de tensiones por los numerosos reclamos que se hacen y que pretenden reivindicar como aguas territoriales.
En junio, Pekín esperaba la decisión de una corte de arbitraje internacional en La Haya sobre sus reclamaciones de soberanía en el mar del sur de China, contra las que Filipinas había interpuesto una demanda. La corte se pronunció finalmente el 13 de julio en contra de China, que se atribuye la mayor parte de las aguas de ese mar, por donde pasa anualmente un volumen comercial de cerca de 5 billones de dólares. (Vidal, 2016)
A pesar de lo anterior, China desatendió la resolución y desde ese momento, hasta la fecha, los reclamos de China de una fracción marítima continúan, fracciones marítimas que por derecho internacional debe ser repartidas de acuerdo con los estatutos internacionales entre Vietnam, Filipinas, Malasia, Brunéi y Taiwán. Estas aguas no están solas, de igual forma tienen una intensa presencia de Estados Unidos, una cercanía militar al territorio chino que estos no ven con buenos ojos.
La soberanía e integridad territorial es uno de los supuestos que el régimen comunista chino persigue, y esta soberanía, hoy en día, se conjuga con factores geopolíticos a considerar, la supremacía china en estas aguas no solo devolvería el símbolo perdido que significan, sino que también cargaría al gigante con una región de influencia y de poder importantes en el mapa internacional, otorgándole el control de las aguas y, por ende, del paso comercial y militar de diversos países. En cierto grado China ha construido islas artificiales para ganar posiciones frente a sus rivales marítimos e ir legitimando, de jure o de facto, su presencia hegemónica en estas aguas, una presencia hegemónica que aún es lejana, pues sigue siendo Estados Unidos la potencia con mayor presencia militar en esas aguas, incluso más que China.
“China está acusada de construir islas artificiales en el Mar de China Meridional para reforzar su reivindicación sobre las aguas que se disputan las naciones vecinas de Vietnam, Filipinas, Malasia, Brunéi y Taiwán.” (Redacción, 2017)
China y la pandemia
Este sintético recorrido virtual tiene el puro propósito de posicionar al lector en el contexto adecuado y facilitar el entendimiento de lo siguiente. Como se ha revisado, China ha despuntado como un actor asertivo en el escenario internacional, al mismo tiempo que Estados Unidos parece llevar a cabo una política exterior errada, cuestiones que se extrapolan a extremos en la actual pandemia y que dan prueba del deterioro en el que se encuentra el sistema internacional moldeado con valores y tradiciones occidentales, y el cómo una China, antes desconocida en términos de potencial bruto, es decir, en términos de ver a una China en acción directa, ha emergido como una potencia a la que el mundo ha volteado a ver.
Las grandes transiciones de poder del siglo XX e inicios del siglo XXI, fueron antecedidas por un conflicto que obligó a los Estados a reordenarse de acuerdo con las nuevas relaciones de poder. Estos conflictos fueron, por así decirlo, el motor de cambio, un choque de poderes que termina por fragmentarlo o unirlo en un solo actor. Si bien es cierto que la actual pandemia no es un choque de civilizaciones, también es cierto que las comparativas que se han hecho de la pandemia con una guerra han sido amplias; y es que, en estricto sentido, cualquier cuestión exterior o ajena a nosotros que confronte directamente el establishment y el estilo de vida, es interpretado como una agresión y una declaración de guerra.
Si tenemos en cuenta que la cultura del conflicto se ha transformado, podemos bien llegar a la conclusión de que hoy en día, ya no es necesario una guerra total para reordenar el poder mundial. Por un lado, la irrupción de lo digital en nuestras vidas y el establecimiento de una realidad digital o, más bien, una metarrealidad en un “espacio” virtual ha cambiado nuestras relaciones y dinámicas sociales; por el otro, esto se conjuga con un aspecto globalizante, el mundo está interconectado, eso es un hecho y una decisión de guerra total sería no solo imprudente sino contraproducente a los intereses de las grandes potencias que mermarían injustificadamente su poder. Las ideologías, a pesar de continuar existiendo en tanto material de estudio, en cierto sentido han sido superadas en el discurso político, por lo que tampoco podrían llegar a ser justificantes.
Quizá la actual pandemia es lo más cercano que tengamos un evento externo que obliga a tomar decisiones cruciales, que desgasta y pone en jaque la existencia misma de los Estados y que altera profundamente el estatus quo desde la dimensión subjetiva del ser, hasta el propio sistema internacional. Las decisiones que los Estados han tomado como el cierre de fronteras, la suspensión del espacio y la discusión pública al prohibir las reuniones sociales, los toques de queda y la cuarentena obligatoria en diversos casos, son decisiones de guerra, es más, muchos países están viviendo con una implementación de economía de guerra.
En un análisis parcial podría parecer que China es un país sumamente afectado por la pandemia, cuestión que es cierta en términos económicos y humanos, sin embargo, lejos estuvo la pandemia de poner en riesgo la estructura misma del gigante asiático, pues sus capacidades y recursos son abundantes, y en lo que se refiere al control de la enfermedad, demostraron ser efectivos.
Las decisiones que los Estados han tomado como el cierre de fronteras, la suspensión del espacio y la discusión pública al prohibir las reuniones sociales, los toques de queda y la cuarentena obligatoria en diversos casos, son decisiones de guerra
El desbordamiento de la enfermedad por el resto del mundo resultó ser la verdadera tragedia ante sociedades carentes de recursos y de regímenes fuertes, pero también en sociedades que se consideraban a sí mismas como el bastión del desarrollo, primeramente una Europa cuyo sistema democrático y de libertades civiles resultaron su mayor debilidad al hacerle frente a la pandemia; y en segundo lugar por cronología, Estados Unidos, que hasta el momento es el país más duramente impactado por la enfermedad, ni siquiera China cuya capacidad de respuesta y de planificación se vio mutilada por la rapidez del brote tuvo los daños que Estados Unidos sufre y seguirá sufriendo, en términos políticos y de imagen. Esto es sumamente humillante para uno y victorioso para el otro.
¿Pero a qué se debe este relativo éxito que tuvo China y del que Estados Unidos y Europa carecen? En definitiva, el destino mismo de la Unión Europea está entre signos de interrogación, Estados Unidos ha resultado ser incapaz de aplanar la curva y sus sistemas hospitalarios se están desbordando, eso sin mencionar que los sistemas de salud mundiales han abierto una puerta al cuestionamiento del sistema capitalista neoliberal en general y de las instituciones internacionales que lo constituyen. La actual pandemia no ha hecho más que hacer visible la podredumbre del sistema capitalista neoliberal, el desgaste democrático y la enorme brecha de desigualdad entre ricos y pobres, de igual forma ha demostrado su incapacidad de respuesta. Y es que a pesar de que ningún país en realidad está preparado por completo para recibir el impacto de una pandemia que paralice sus economías, el sistema actual imperante y globalizado ha encaminado a los países que lo conforman a desatender en buena medida sus sistemas sociales, salud pública incluido. Los cuestionamientos al sistema vienen desde todos los frentes, por primera vez en años no se limitan a las clases académicas e intelectuales, sin embargo, China se muestra fuerte, es el país que, a pesar de ser el epicentro de la pandemia, actualmente gracias a su control de esta y su capacidad de respuesta, puede exportar ayuda y personal médico a otros países afectados que se ven imposibilitados por sistemas de salud insuficientes, pero también por sociedades cuyo valor fundante es la libertad, en otras palabras, de sociedades en las que la soberanía del individuo es de las cuestiones más preciadas por el conjunto social y que, en tiempos de pandemia, resulta un verdadero reto para los gobiernos lidiar con esta soberanía individual que es, paradójicamente, el principio fundador de occidente ¿Qué es lo que china entiende o hizo que occidente no?
En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas. (Han, p.99. 2020)
Byung Chul-Han es un gran crítico de la sociedad contemporánea, quizá de los últimos de su clase. Surcoreano de nacimiento, estudió en Alemania y actualmente es profesor en la Universidad de las Artes en Berlín. Posee, pues, una visión cultural expansiva, tanto de oriente como de occidente. El pasaje anterior refleja una síntesis de su forma de pensar, cuestión en la que ahondaré a continuación.
China tiene una evolución histórica sumamente diferente a occidente por razones evidentes. A pesar de que es verdad que este Estado es único en su clase, lo cierto es que en los Estados que se alinean a la tradición occidental (grecorromana), sus esquemas axiológicos son sumamente distintos a los que encontramos en oriente. China se ha mostrado al mundo como un Estado vigilante y con una capacidad de control social impresionante. La ingeniería social que China desplegó en los momentos más críticos de la enfermedad dentro de su territorio, habla del tamaño de su poderío ideológico y material.
Existen factores diferenciales importantes entre los principios fundacionales de occidente y los principios fundacionales de oriente, arraigados a la cultura y la historia, factores que han sido determinantes durante la actual pandemia. En primer lugar, hay una diferencia entre un modo de organización social oriental basada en el colectivismo, es decir, en el entendimiento general de que es el colectivo y no el individuo el que más importa, cuestión sumamente diferente a occidente, en donde su fundación y trazo político está fundado en el individualismo y la libertad del sujeto. Esta sencilla diferencia conceptual, ha sido la responsable en buena parte del fracaso occidental y el triunfo oriental.
Dado el pasado de China y la continuación de su sistema comunista en términos políticos y económicos (en simbiosis con una adaptación al sistema internacional capitalista) China nunca vivió la reducción del Estado que propone el neoliberalismo con respecto al mercado, al contrario, el Estado chino sigue siendo un Estado gigantesco con un control y vigilancia de todas las dimensiones que lo conforman, es el tamaño y control directo que posee China uno de los factores responsables de la capacidad de reacción y posteriormente de acción de China frente a la pandemia, pues en este país los controles burocráticos institucionales y los sistemas de contrapesos no existen, lo que es un sinónimo de rapidez en la toma y ejecución de decisiones, occidente por otro lado tiene un fuerte obstáculo referente a las libertades civiles y al propio concepto de “individuo” y “libertad individual”, pues todo imperativo de control termina siendo una afrenta a sus libertades, a su soberanía individual, de igual forma, sus sistemas democráticos y legislativos, son un elemento que ralentiza la toma y ejecución de decisiones y un presidente o primer ministro que se salta estos procesos y hace decretos que no toman en cuenta la opinión legislativa, se enfrenta a la complicada decisión política de puede acarrear el que su electorado y sociedad en general lo vea como un intento de totalización de los poderes en su persona.
Esto se debe a la naturaleza de los regímenes, siendo China un país que se caracteriza por lo centralizado y autoritario de su gobierno y occidente, un sistema que ha generalizado a la democracia liberal o capitalista como el sistema ideal (hasta que se presenta una pandemia). Los sistemas occidentales no pueden declarar unilateralmente un estado de emergencia, sino más bien, negociarlo y crear discursivamente la crisis para lograr el consenso social y la entrega de libertades individuales al Estado por seguridad y supervivencia humana.
No obstante lo anterior, en este caso concreto debemos de hablar de una doble direccionalidad. En primer lugar, hemos tocado el tema de occidente como ejemplo de fracaso institucional y al de China como éxito centralizado. Como autor no me posiciono a favor del sistema chino que se ha caracterizado por ser represivo, sin embargo, es innegable el atractivo que de pronto tiene para occidente este sistema con tan pocos controles institucionales que los mandatos del soberano se hacen sin rechistar; este éxito y fracaso paralelamente, es lo que hace que China en este momento se posicione como el héroe de Hollywood que Estados Unidos no puede y al parecer no quiere ser frente al mundo, pues conjuga su éxito interno con el fracaso exterior y de forma “desinteresada” exporta ayuda a países afectados.
De la misma forma en que Estados Unidos se promocionó ante el mundo como el país de la democracia y de la libertad, China pasa a ser el país que establece un nuevo paradigma en el control social y la vigilancia digital –las noticias de la puntuación social, del reconocimiento de la temperatura corporal, los sistemas de rastreo y el reconocimiento facial son noticias que nos llegan desde oriente desde hace años-, un sistema que seguramente China venderá y promocionará al mundo occidental al que hoy en día le parece sumamente atractivo de adquirir, cuestiones que, de acuerdo con la tropicalización del mercado, cambiarán sus nombres por “sistemas de seguridad”, y no se anunciará como una forma de control, sino de paz y orden. China está siendo un referente mundial de cómo controlar las crisis y si, como dice Agamben el estado de excepción se hace la norma en el sistema internacional, entonces el “Estado vigilante chino” como principio y producto serán imperativos del sistema postpandemia.
En primer lugar, hay una tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno. El decreto-ley aprobado inmediatamente por el gobierno “por razones de salud y seguridad pública” da lugar a una verdadera militarización “de los municipios y zonas en que se desconoce la fuente de transmisión de al menos una persona o en que hay un caso no atribuible a una persona de una zona ya infectada por el virus”. Una fórmula tan vaga e indeterminada permitirá extender rápidamente el estado de excepción en todas las regiones, ya que es casi imposible que otros casos no se produzcan en otras partes. (Agamben, p.18. 2020)
La actual crisis ha impactado de diferentes maneras al mundo, China incluido, y a pesar de diversas muestras de odio que se dieron en contra de población asiática, lo cierto es que China no podría estar en una posición más fuerte, su economía se reactiva paulatinamente mientras que occidente sigue y seguramente seguirá paralizado, de igual forma se enfrasca en una nueva competencia con Estados Unidos y Gran Bretaña para conseguir una vacuna en contra del COVID-19, a pesar de que es una competencia no declarada, la guerra comercial y discursiva que ya se viene llevando a cabo desde hace años, enmarca directamente estas investigaciones en el plano de carrera médica que le supondría al vencedor una superioridad simbólica, esto se ejemplifica con el hecho de que China, en un discurso dirigido al sistema internacional, declaró que la vacuna generada por ellos se lanzará como bien público para ayudar a países en vías de desarrollo.
La ingeniería social que China desplegó en los momentos más críticos de la enfermedad dentro de su territorio, habla del tamaño de su poderío ideológico y material.
De igual manera China dio una muestra asombrosa de su poderío cuando en diez días construyó un mega hospital destinado exclusivamente a pacientes contagiados con el virus y promociona su imagen victoriosa a través del envío de ayuda a otros países.
En medio de la brutal pandemia que ha detenido el mundo, Latinoamérica mira a China.
De ahí están llegando múltiples donaciones de equipos médicos, expertos y consejos para combatir la Covid-19: forman parte de lo que algunos analistas ya han bautizado como la nueva “diplomacia de las mascarillas” de China.
En pocos meses, el país ha pasado de ser el origen y centro de una desconocida y nueva enfermedad -que al principio parecía lejana para muchos en Occidente- a exaltar sus victorias contra el nuevo patógeno y ofrecer ayuda a otros. (Gil, 2020)
China está tomando un papel protagónico en el qué hacer mundial, esta pandemia no es más que el escenario idóneo para promocionar la imagen del gigante asiático y de limpiarla de los cuestionamientos que se le hacen con respecto a la situación interna del país en lo referente a Derechos Humanos; pero igual para invalidar, al menos en el nivel social, la imagen de “enemigo de occidente” que la administración de Trump ha construido con respecto a China. De igual forma este protagonismo se da en una realidad en la que existe un gran ausente en el mundo, que es Estados Unidos y que, de nueva cuenta, se ha replegado en él mismo.
China se promociona ante el mundo como un país responsable y con la capacidad de liderar una nueva estructura definida en buena parte por la revolución digital, el actual contexto pandémico no hace sino coronar una historia de décadas en su búsqueda por volver a tener un peso crucial en el sistema mundo, y es que diversos factores han confluido, como ya lo hemos visto a lo largo de este ensayo, en donde lo primero que resalta es un repliegue de Estados Unidos, pero de igual forma, un desgaste de las estructuras occidentales que se han revelado ineficientes en tiempos de crisis.
Referencias
Vidal, M. (2018). La Nueva Ruta de la Seda, el gran plan estratégico de China. 29 de abril de 2020, de El país Sitio web: https://elpais.com/economia/2018/11/30/actualidad/1543600537_893651.html
Moret, V. (2019). Cómo la expansión de la tecnología 5G está provocando una batalla geopolítica. 29 de abril del 2020, de BBC Sitio web: https://www.bbc.com/mundo/noticias-48663470
Redacción . (2017). Así es es el barco “creador mágico de islas” artificiales que China utiliza en zonas marítimas en disputa. 29de abril del 2020, de BBC Sitio web: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-41884153
Vidal ,M. (2016). Pekín instala sistemas antiaéreos en sus islas artificiales. 29 de abril del 2020, de El país Sitio web: https://elpais.com/internacional/2016/12/15/actualidad/1481783775_029496.html
Amadeo, P. (2020). Sopa de Wuhan. 29 de abril del 2020, de ASPO Sitio web: https://drive.google.com/file/d/1tShaH2j5A_9n9cWl6mhxtaHiGsJSBo5k/view?fbclid=IwAR1samr7VvUlig-Giftbg_ADQ-oycBYwU7tKosE4jVbpz9hjRJE6FsWXPHA
Gil, T. (2020). Coronavirus: cómo China gana presencia en Latinoamérica en medio de la pandemia (y qué implica para la región y el mundo). 4 de mayo del 2020, de BBC Sitio web: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52238901