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¡Aguas con las bolsas de plástico! Reseña de la novela “Los errantes” de Olga Tokarczuk

agosto 11, 2020Deja un comentarioReseñasBy Gabriel Alejandro Hernández Chávez

 

Olga

Hace meses caminaba junto a un buen amigo por la siempre transitada calle Padre Mier de la ciudad de Monterrey. Aquella no era la primera ocasión que decidíamos salir de Ciudad Universitaria para partir a pie hacia algún lugar cualquiera. Se volvió algo así como un pasatiempo que ha crecido, con cada nueva ruta tomada, durante nuestros estudios en la facultad. Uno de los temas que acompañaba nuestros pasos era el libro Los errantes, de la autora polaca Olga Tokarczuk, ganadora del Nobel de Literatura. Libro publicado por editorial ANAGRAMA en 2019, ganador del Premio Booker Internacional en 2018. Lo comencé a hojear tiempo antes, y aquella sería la primera oportunidad para hablar con alguien de su contenido. Concluido mi viaje por sus páginas, lo terminé hace unos días, comprendo que compartirlo es lo que mi amigo, como la autora, habría deseado que hiciera en cuanto terminara de leerlo.

 

Los errantes es un libro que me ha tocado profundamente, dejado pensativo y con ansias de seguir explorando el trabajo de Tokarczuk, así como el mundo, en cuanto la pandemia termine (bueno, quizá eso último es precipitado). Una lectura que se siente como un bloc de notas conformado por 116 textos, construidos de tal manera que ni sus géneros variados –ensayo filosófico, cuento, guía de viaje, hasta la autobiografía– te hacen sentir que no hay en los relatos algo que no los relacione con los anteriores en fila o, incluso, con los más lejanos. Su lectura recuerda alegremente a otros autores quienes también expresan el viaje en la galería de sus obras. Se nota la presencia de Borges, no pude evitar cargar las imágenes de ese fantástico “El inmortal” mientras acompañaba a cada personaje de Olga en su respectiva travesía. Por otra parte, el cambio supone algo central en las letras de la ensayista, novelista y cuentista, algo compartido con José Emilio Pacheco.

 

El mundo es enorme, lo sabemos. Bajo tal precepto se comprende que la variedad es un elemento fundamental en nuestras sociedades, todas. Existen aquellos con el control del sistema, quienes intentan adaptarse a él, los que quieren adaptarlo equitativamente para todos y, quizá los menos conocidos, aquellos que se mueven a su manera, libres de ataduras. Por lo general, son estos últimos quienes podrían escapar de los ojos de quienes gozan del poder total. Errantes, los llama, y son los protagonistas de su obra.

 

Errantes

 

La tierra es redonda, no nos aferremos pues a las direcciones.

Olga Tokarczuk

 

Tokarczuk nos habla de esos seres curiosos a quienes posiblemente ya hayas olvidado (si en alguna ocasión se dejaron ver): se les llama errantes, viajeros, peregrinos, nómadas, los nombres varían, mas no la esencia (y sí, parece que la misma autora se cataloga como tal ¿si no por qué incluir autobiografías?) ¿Quiénes son estos extraños fantasmas? Comencemos por ahí, con la palabra extraños. Los errantes son los seres más marginados de lo considerado “normal”: gustan de lo diferente y considerado por la mayoría tedioso, incómodo o desagradable.

 

Desde jóvenes presentan esa necesidad de no estar demasiado en un mismo lugar. No tienen trabajos que amen, no tienen hogares como tal, ni camas donde dormir; no tienen idea de qué será después del presente, pues intentan ignorar el pasado y el futuro; sus nombres les estorban. Una vez principiantes en este estilo de vida, despertado por su naturaleza biológica, pueden sufrir golpes de confusión y pánico al descubrir que cada sitio donde despiertan es diferente a donde vieron las estrellas. Eventualmente maduran y, en primera instancia, al despertar, sólo dirán: “Aquí estoy”, sin preocuparse.

 

El movimiento es su filosofía y se rigen por él. No conocen de términos sedentarios, pues no les importan. Dejan que la fuerza etérea del movimiento, impregnada en las moléculas que los constituyen, guíe sus caminos. Su fin compartido es, como mencionan los relatos “Psicología del viaje” y “Embarque”, la búsqueda del καιρός: ese acontecimiento exacto y oportuno cuando el tiempo y espacio convergen para darles los momentos efímeros en que renacerán para así seguir sus caminos inmortales. Son seres quienes consideran sagrados sus cuerpos, pues son las mochilas que cargan tal fuerza.

 

En el relato “Característica del peregrino”, Tokarczuk nos indica sobre su independencia, ya que, generalmente, no viajan acompañados. Mas si lograsen toparse entre nómadas, al encontrarse un errante con otro, les es grato realizar las tres preguntas del viajero: ¿De dónde eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas? Único ritual realmente necesario.

 

La autora también escribe que, en ocasiones, recuerdos de sus antiguas vidas sedentarias los invaden, sobre todo sus nombres, pero sólo cuando voceros de lo más cercano a lo que tienen por “hogares”: aeropuertos, ferris, puertos marítimos, los llaman a cargarse a los hombros sus maletas pues sus aviones, barcos o trenes, pronto partirán hacia sus próximos destinos. En casos más extremos algunas promesas del pasado deben saldarse, como en el cuento “Zona de Dios”, uno de mis favoritos, lo que podría obligarlos a lidiar con procesos nostálgicos que preferirían evitar, sobre todo si el pasado esconde eventos desagradables.

 

En algunas historias nos describen su sufrimiento al encadenarlos a la tierra. Erick, protagonista de “Festín de miércoles de ceniza”, marinero de toda la vida y gran fanático del Capitán Ahab y su duelo con la ballena blanca, ha pasado los últimos años de su aventura como conductor de ferry en una isla pequeña. La rutina lo ha hecho prisionero, comienza a recordar su pasado, por lo que decide arriesgarse a recuperar un poco de esa libertad, aunque suponga reforzar sus cadenas.

 

Los detalles son la comida del viajero. Con el tiempo logran desarrollar ese don de ver más allá.  Suponen que todo está conectado y tiene un porqué. Todo lo sucedido es sólo una pequeña parte de un “mucho más grande”, los límites y fronteras impuestos por la normatividad no van con ellos. El tiempo y espacio convencional tampoco existen en sus equipajes, dicha concepción hace que otros comprendan su tiempo bizarro como un constante saltar entre archipiélagos difíciles de explorar. Como dije, nada se escapa de la unión que sus sentidos acatan y, posteriormente, memorizan sus sistemas nerviosos.

 

Tokarczuk utiliza repetidamente algunos elementos en su escritura: islas y agua. Con las primeras los errantes muestran disgusto, no son fanáticos de la idea de estar encerrados en algo tan limitado. Por otra parte, encuentran una fascinación por el agua y gustan de su fluidez. La mayoría de los escritos en el libro la muestran en mares, costas, océanos o, incluso, en un estado más sólido, la nieve. Algunos personajes, como Erick, se entregaron al mar, otros, como el doctor Mole en “Viajes del doctor Blau”, se establecieron en alguna playa hasta que su viaje continuó por otros rumbos.

 

Pero, como todo humano, conocen la decepción. La palabra vano se presenta en más ocasiones de las que quisieran. En sus búsquedas de momentos sublimes se han topado ante el disgusto de no satisfacer sus travesías. Aquello que tanto buscaban: esos placeres, esas cascadas de emociones, podrían resultar en oasis sin agua que, afortunadamente para ellos, no secan su necesidad de búsqueda.

 

 

¿Qué ofrecen los viajeros y su concepción del mundo?

 

Lo estático está condenado a desmoronarse, lo movible a durar toda la eternidad.
Olga Tokarczuk

 

Tokarczuk implica que el modus vivendi del viajero carga con opción, revolución o cambio. El sistema al que pertenecemos ni siquiera se molesta en ocultar la estratificación, el racismo, la misoginia, la homofobia y más formas de intolerancia y violencia solapadas por aquellos quienes tienen completa autoridad desde tiempos remotos. Por mencionar un ejemplo de estos casos, la mujer permanece en la lucha constante contra la injusticia patriarcal desde hace siglos. Somos testigos de ello en los libros de historia y, para no ir más lejos, en las noticias de Facebook. Fragmentos como “Danza del vientre” muestran la sexualización de la mujer y el placer que dicho fenómeno social causa al hombre; “Cleopatras”, por otra parte, presenta a mujeres de temple impaciente por alzarse ante los machos que por tanto las han humillado como esclavizado.

 

Otro ejemplo cae en la religión. Hace poco me topé con la noticia de un artista holandés quien describía físicamente a Jesús con una apariencia diferente a la que por tanto tiempo se ha creído. No tardó en sufrir los insultos de quienes habían leído la biblia cristiana. En el relato “El libro de la infamia”, la autora conoce a una joven ambientalista quien le plantea la posibilidad de que Dios podría ser otro cuerpo, no siempre la figura clarividente cuya consciencia supera a cualquier genio mortal, sino la de los animales que matamos y consumimos, por decir alguno. Tiene sentido pues, después de todo, a la carne consumida desde nuestro inicio debemos nuestra evolución, crecimiento y supervivencia durante miles de años. ¿Acaso no hace eso Dios? ¿Ayudarnos a sobrevivir?

 

El control y los ojos los tienen aquellos en el sector privilegiado de la sociedad. Ellos gozan sus privilegios mientras se regodean en sus esferas a prueba de sangre. Queramos o no, parte de su cultura se ha impregnado a nuestras esferas no preparadas, lamentablemente, para soportar lo que aquí nos toca. Comprendí la interesante crítica al sistema gobernado por tiranos que Olga Tokarczuk realiza con “Los errantes”, otro de mis relatos favoritos, con el movimiento como una alternativa. La historia sigue a Ánnushka, una mujer cansada, maltratada, diferente, quien jamás ha sido feliz con su vida urbana. Un día decide evitar su regreso a casa al aumentar la pequeña llama en su interior. El cambio ya la quemaba. En su larga caminata por las calles conoce a una vagabunda llamada Galina. Comenzado su proceso de transformación, al haber escuchado a la errante hablarle sobre el odio a los nómadas por parte de los demonios en control (y cómo ella había logrado escapar de su poder), y tras haberse metido en algunos problemas con las autoridades, Ánnushka es incitada a volver a su hogar, pero no sin antes escuchar las palabras de Galina: “Muévete, no pares de moverte. Bienaventurado es quien camina”.

 

Retomando el tópico, parecería que salir un poco y perdernos podría ofrecernos más posibilidades de las que creemos tener al contar nuestros dedos.

 

 

Breve conclusión

Para algunas personas quienes se percatan de la existencia de los errantes, estos no son más que bolsas de plástico a la deriva, contaminantes primitivos para el “perfecto mundo”, pero, para otros, parecen ser cuerpos libres que alcanzarán la inmortalidad por su constitución aparentemente débil pero que, si lo pensamos bien, posiblemente vivirán más que cualquiera.

 

Si bien no dejan rastros innecesarios, los errantes tienen por costumbre hacer excepciones a la regla cuando inmortalizan sus viajes en lugares prácticos: a veces en las orillas de las playas, en los blocs de notas, quizá en las orillas de las páginas o, incluso, en libros magníficos. De esa forma, Olga Tokarczuk logra con Los errantes compartir ese escape para quien no encuentra la salida. Si bien no quiere que sigas sus pasos exactos, te invita a salir de los mapas conocidos, trazar tus propias rutas, compartirlas para que otros, aquellos con buen ojo, las encuentren y decidan emprender su propio viaje.

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Gabriel Alejandro Hernández ChávezLos errantesOlga Tokarczuk
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Sobre el autor

Gabriel Alejandro Hernández Chávez

22 años, estudiante de la carrera de Letras Hispánicas de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Gran consumidor y apasionado del cine desde que tiene memoria. Actual colaborador de Revista Levadura.

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