
Jaikus urbanos,
apuntes madrileños,
capitalinos.
Jesús Munárriz
Introducido a inicios del siglo XX en occidente, el haiku (ese asombroso poema miniatura) se ha ido popularizando y se escribe ahora no sólo en todas partes, sino también con perspectivas y resultados muy distintos; desde los más triviales (que no pasan de ser un juego poético) o los ocurrentes y con algo de gracia, hasta el hallazgo que queda plasmado con una simplicidad genial.
Es común que todo libro de haikus tenga esas tres facetas, pero también debe puntualizarse que algunos poetas consiguen esa genialidad más fácilmente y se conectan con el lector.
Aunque editado en el 2013 en Granada España, será hace un año que leí una antología del haiku contemporáneo en español; ahí me topé con unos textos de Jesús Munárriz y me gustaron. Por eso cuando vi este libro suyo —Capitalinos—, lo compré con interés y cumplió cabalmente mis expectativas.

Es de esperarse, que ya entrados en pleno siglo XXI, el haiku se enraíce ahora en la ciudad, entre las calles, pero manteniendo de alguna forma el contacto con la naturaleza o el entorno del poeta y su capacidad de asombro:
Aleteando
en la estación del metro
la mariposa.
***
Como jilgueros
cantan en los andamios
los albañiles.
***
Viejas raíces
rompiendo el pavimento:
tenacidad.
Ya decía que un indicio de que la propuesta del haijin (el hacedor de haikus)es empática con el lector, va más allá de asentir, sino también otras veces atreverse uno a cambiar ligeramente el texto o un verso. Por ejemplo, en la imagen de las raíces rompiendo el pavimiento, yo cambiaría la “tenacidad” por “qué terquedad”. En ambos casos son las cinco sílabas, pero en lo personal opino que los viejos somos más tercos que tenaces.
Hay otro haiku que me pareció pude haberlo escrito yo, y entonces me da envidia y me siento feliz de saber que no soy el único que sufre eso de tener como reloj despertador el camión de la basura, ya sea en Monterrey o en Madrid:
Me han despertado
como siempre a estas horas
los basureros.
Otro punto a favor del libro de Munárriz: el respeto a las estaciones del año, pero sobre todo el abanico de plasmar el sentimiento de cualquier persona, quiero decir, momentos de tristeza…
Una paloma
moribunda en la acera.
Todos la esquivan.
O de humor…
Aprovechando
la tormenta y los truenos
se tira un pedo.
O un simple gesto de pereza y serenidad:
Cruzan las nubes
el cielo azul de agosto,
aborregadas.
Nadie intenta escribir un haiku, es el haiku el que intenta entrar en ti.
Solamente un espíritu abierto al asombro logra que el haiku llegue.
No es cuestión de paciencia sino de observación y revelación poética:
Las nubes bajas
van dejando jirones
en los tejados.