
Bebe y goza. Qué pasará mañana,
o qué en el futuro, nadie lo sabe.
No corras, no te canses…
piensa como mortal que entre vivir y no vivir
no hay ni un paso.
(“Alcohólico” Anónimo de la Antología Palatina, XI, 56)
La Colección Visor de Poesía, con más de cincuenta años de labor editorial en ese camino, tuvo a bien celebrar ahora sus 1100 publicaciones con el libro La cerveza, los bares, la poesía.
Un autor por cada vaso poético de cerveza (a veces vino) es igual, el trago y el verso nos hermanan en esta antología tan provocativa como dispersa.
Difícil entonces intentar un estudio crítico sobre el contenido; son demasiadas voces, pensamientos, formas de ver el trance etílico; mejor simplemente comentarlo y recomendar su lectura (claro) no a los abstemios, sino a los que frecuentan, más o menos moderadamente, esta seducción tan antigua como el poema de Gilgamesh con que se abre esta colección.
Son poco más de 160 autores y poemas que atestiguan un sin fin de vertientes sobre el alcohol o la bebida: lo más obvio, la búsqueda del esparcimiento y una sana convivencia con eso que llamamos el momento dichoso; otra no tan placentera, un brindis para hacer frente a la desesperación.
También una visión más crítica, por ejemplo, el primer trago de cerveza es más esperanzador que los que vienen luego, y qué bien lo dijo Philippe Delerm (Francia 1950) cuando intuye con el paso del tiempo que hay “la engañosa sensación de un goce que se abre al infinito… Al mismo tiempo, somos conscientes de que lo mejor ha pasado”.
La embriaguez, y queda claro en este libro, puede ser mesurada (contemplativa) hay un poema de Álvaro Mutis hermosísimo, pero igual está Pessoa que habla de una borrachera que ofrece una lucidez que termina por confundirnos, o el socarrón de Bukowski que justificó beber cerveza con estos versos: “si te ocurre algo malo bebes para olvidar, si te ocurre algo bueno bebes para celebrar, y si no te ocurre nada, ni bueno ni malo, bebes para procurar que ocurra algo”.
Distintas culturas, tiempos, visones del mundo. En esta antología hay de todo y para todos los que gustan de un buen trago.

Poema y cerveza artesanal.
Mi metodología de lectura fue muy simple: alternar a un poeta conocido con otro hasta ahora desconocido. Gozar de lo nuevo y textos que vuelven a embriagarme.
Cito ahora lo que comentaba de Fernando Pessoa:
A veces parece que despierto
y me pregunto por lo que viví;
fui claro, fui real, es cierto,
¿pero cómo he llegado hasta aquí?
La borrachera a veces da
una asombrosa lucidez
en que uno está como si fuera otro.
Estuve ebrio sin beber, tal vez.
De lo cual, si pienso, el mundo
¿no estará quizás hecho de gente
llena en el fondo de esta esencia
de existir clara y ebriamente?
Entiendo como en un carrusel,
giro a mi alrededor sin hallarme…
(voy a escribir esto en un papel
para que no me crea nadie…)
Y ahora estos versos de un poeta español, Eliodoro Puche, desconocido para mí, pero que su poema “Embriaguez”, aún en esa gastada bohemia, me dieron un motivo de asombro:
La uva está dorada, mis racimos
son para ti, cosechadora
de embriagueces. Vivimos
una vida más bella cada hora.
Haz la vendimia amada,
en este otoño… llora
mi corazón… por nada…
y por todo…
¡Soy nuevo cada hora!
¿Y las poetas? Como suele suceder, lamentable, apenas incluidas unas pocas para contarse con menos que los dedos de las manos… Elizabeth Bishop, Sharon Olds, incluso un poema de Marilyn Monroe. Pero es el poema de Anna Ajmátova el más conmovedor y uno de mis preferidos de todo el conjunto:
Último brindis
Bebo por la casa destruida,
por mi vida terrible,
por la soledad entre los dos
y por ti yo bebo.
Por la mentira de los labios traicioneros,
por el frío mortal de tus ojos,
por el mundo brutal y tosco,
por lo que Dios no salvó.
Imposible citar a todos, pero aquí va una lista sugestiva y bastante heterogénea:
Villon.
Shakespeare.
Cavafis.
Gonzalo Rojas.
Edgar Allan Poe.
Verlaine.
Juan Gelman.
Roque Dalton.
Carl Sandburg.
Pavese.
Luis Alberto de Cuenca.
Carlos Martínez Rivas.
Malcom Lowry.
Neruda,
Fitzgerald.
Benedetti.
Daisy Zamora.
Paul Celan.
Jack Kerouac.
Joaquín Sabina.
Como en toda antología (y más de esta temática) faltaron muchos otros escritores, pero eso no le quita a Jesús García Sánchez, quien recopila, su gratificante trabajo y su prólogo, no menos intenso e ilustrador sobre esto de la cerveza y la fraternidad de los bares… ya sea para la tertulia o con la sombra de los solitarios.
Cierro este apunte con un poeta mexicano que asoma en esta antología. Nuestro querido Eduardo Lizalde.
Me quedo, tigre solo, satisfecho,
hambriento a veces,
aquí en esta cantina
donde el tiempo no pasa.
En esta misma mesa
de la cervecería La Curva
en que gastábamos
la quincena y el tiempo
mi amigo Marco Antonio y yo,
graves y grávidos poetas.
Pido cerveza. Escribo como entonces,
para qué,
unas líneas más o menos jocundas.
pero pienso en la muerte,
Un áspero humor sopla, corre como un frío,
Huele a tanino, como un tiempo fermentado,
un vino enfermo.
Comprendo que alguien me persigue,
alguien apunta,
alguno acecha, me caza,
venadea, tigrea, destruye.
Pido otra cerveza.
Salud pues por la lectura y por este libro.
Blog emocionante Te seguiré.