
Lunes por la mañana; tengo ante mí, ampliada en la pantalla, la versión digitalizada de un ejemplar del periódico regiomontano El Porvenir, la edición corresponde al lunes 9 de julio de 1923. Dos lunes, dos inicios de semana en la misma ciudad, pero separados por casi cien años. Aventuro un ejercicio imaginativo: leerlo de cabo a rabo como si fuera el ejemplar correspondiente a este día y tratar de revivir (reinventar) esa experiencia lectora. Imagino que compro el diario en algún quiosco de madera, pagando el importe de los diez centavos, y me dirijo luego a alguna de esas casonas de sillar y techumbre de madera en busca de un rincón para la lectura.
La primera página viene coronada con un cabezal contundente: “No engañamos al asegurar que El Porvenir tiene una amplísima circulación, pues podemos comprobar que es superior a cualquier otro periódico que se dite en la frontera”. Sigue a continuación algunas noticias internacionales: “Los Estados Unidos deben tomar medidas definitivas para conseguir paz estable en el mundo”; el boxeador argentino Ángel Firpo entrena, en Jersey City, para su pelea contra Jess Willer en Nueva York el día 12 (faltaban algunos meses para su mítico combate con Jack Dempsey por el título mundial de los pesos completos); en Madrid se restablece la tranquilidad luego de algunos días de agitación política (aunque, es una calma chicha: en septiembre Miguel Primo de Rivera dará un golpe de Estado, con la anuencia de Alfonso XIII, para instalar un Directorio militar).
La estructura del diario es peculiar: no hay secciones fijas ni separadas, la práctica lectora era diferente: las noticias se agrupaban por importancia: la columna de sociales va junto a un apartado llamado “Información Cableográfica”, donde se nos informa de las luchas y excesos de los agentes prohibicionistas en Estados Unidos (son los días de la prohibición del alcohol en ese país norteamericano), y de la venta de perros policías en Berlín. La “Página Editorial” trae la gustada columna “Un tópico cualquiera”, escrita por el periodista Eduardo Martínez Celis (uno de los mejores escritores de su tiempo): este lunes habla sobre la estancia del general Calles, en su hacienda, “Soledad de la Mota”, en General Terán, al sur de Monterrey. Falta un año todavía para las elecciones presidenciales, pero el avispero político ya está agitado. Todos lanzan pronósticos o persiguen alianzas, menos don Plutarco, quien parece muy tranquilo, seguro de tener la venia del presidente Obregón: “Nosotros -dice Martínez Celis-, francamente, sentimos disentir de Sr. Gen. Calles porque si es cierto que no por mucho madrugar amanece más temprano, también es cierto que ‘al mal paso darle prisa’ y ‘lo que se ha de pelar que se vaya remojando’. El tiempo de dio la razón al militar.
Debajo de los editoriales, en un pequeño recuadro, aparece el “Intermezzo lírico”, que incluye poemas de diversos autores; este lunes publica los tres sonetos de “Los sonetos de la muerte” de Gabriela Mistral, que le había valido el triunfo en el concurso literario de los Juegos Florales de Santiago de Chile el 22 de diciembre de 1914, catapultándola a la fama. La crítica tradicional vinculó esta tríada de poemas con la muerte del “amado”: Romelio Ureta, quien se suicidó en 1909; relecturas posteriores le han dado la vuelta a esta interpretación romántica: “Por lo pronto -sostiene el crítico chileno Grínor Rojo-, al contrario de quienes han hecho depender a la poeta y su poesía de la actividad del suicida [sentencias al estilo de: ‘El eco de aquel tiro es Gabriela Mistral’], yo quisiera que fuese la actividad del suicida la que depende de la poeta y su poesía”. Pero, esta mañana de 1923, es imposible saber esto y la idea de vincular el despertar poético a una tragedia es tentadora. Por estas fechas, la poeta está en nuestro país, trabajando en el proyecto educativo de José Vasconcelos, nuestro secretario de Educación Pública (un año antes había publicado su poemario Desolación).
En las noticias de la ciudad, se destacan: “Una serie brillantísima de audiciones en la Sala Beethoven” (se ejecutaron la “Sonata Op. 27, núm. 2”, de Beethoven y “La Polonesa Op. 44”, de Chopin, entre otras piezas); la llegada a la estación de trenes del subsecretario de Hacienda, el ingeniero Luis León; una riña (por “cuestiones callejeras”) en la zona de Nuevo Repueblo entre Catarino Moreno y Jesús García, resultando herido el primero y trasladado al Hospital González; y la caída de un rayo en la zona norte, que dejó sin electricidad a algunos vecinos. De la publicidad, llama mi atención “El Pectoral Balsámico”, ideal para combatir la bronquitis y la ronquera, tomo nota de que se vende en la Droguería Apolo. En materia deportiva, me entero de que la novena beisbolera de la Fundición Núm. 2 fue vencida 0-2, en el Parque Cuauhtémoc por K. N.: “Este juego que comenzó reñido, se convirtió en soberano erradero, a causa de la falta de ánimo”, reza el titular. Además de la implantación de un nuevo programa de educación física para las escuelas primarias. Una columna más abajo aparece un capítulo de “Los problemas de la historia literaria”: “Lo popular y lo erudito en la literatura”, del crítico español Eduardo Gómez de Baquero, más conocido como “Andrenio”. Este ensayo se había publicado previamente en El Sol de Madrid el 14 de abril de este mismo año de 1923; en él, “Andrenio” retoma algunas ideas del filólogo Marcelino Menéndez y Pelayo para exponer sus propios puntos. Faltan décadas para la creación de una carrera de Letras en la ciudad, pero en este diario puedes encontrar algunas herramientas útiles para interpretar las profundas transformaciones estructurales que la poesía hispanoamericana había experimentado en los últimos tiempos (del modernismo tardía a las vanguardias), después de todo, no hacía ni dos años desde que los estridentistas cantaron loas al mole de guajolote en su manifiesto.
Antes de cerrar la última página, reviso las opciones para salir por la noche en busca de entretenimiento: el Teatro Independencia presenta la zarzuela “Cuadro México”; el Teatro Progreso exhibe la película “La última aventura”, con Mildred Harris y William Desmond en los roles protagónicos; y el Teatro Obrero ofrece una variedad de películas (“El oro del mandarín” y la serie “Elmo el temerario”) y teatro de variedades. Nada mal para un lunes de julio, a unas cuantas horas de entrar en la canícula y a unos cuantos días del asesinato de Pancho Vila, que sacudiría al país.
Apago la computadora y miro por mi ventana: la ciudad se destruye y reconstruye incesantemente: el panorama se puebla de edificios, las viejas casonas de adobe y sillar se van desmoronando como metáfora del olvido. Estos periódicos viejos guardan, como pequeñas capsulas, la memoria de una colectividad de la que, sin saberlo, somos herederos. Nuestro paso por la tierra también quedará reducido a una nota, una foto, a alguna vaga referencia burocrática, jurídica o periodística.