
1. Lógica voraz del ethos mercantil
Se suele denominar capitalismo tardío al período posterior a la Segunda Guerra Mundial en donde irrumpe violentamente la expansión maximizada de la producción en serie, el proceso de acumulación y la propensa colonización del pensamiento social mediante la proliferación de la publicidad y el consumo. Asimismo, a partir de esta etapa de la historia se acrecienta la alienación y deshumanización del ser humano como producto de la explotación laboral imperante del ethos mercantilista de la sociedad tecnificada.
Lejos ha quedado la idea de considerar a la técnica como el remedio infalible que vendría a cristalizar la liberación del quehacer servil del ser humano. La reproducción estructural del sistema se ha tornado más represivo mediante la prolongación extenuante de la precariedad y la cosificación propia del ser humano que ha dejado de pertenecerse a sí mismo y se ha volcado hacia fuera de sí cual conciencia desgarrada en un mundo de objetos.
En Dialéctica de la ilustración, Horkheimer y Adorno realizaron un análisis concienzudo de la sociedad tecnológica. En esta obra se aborda el concepto de la racionalidad instrumental que se aboca a la consecución de fines sin generar juicios críticos-valorativos de los medios para llegar a ellos, es decir, es una razón que se encarga de perfeccionar los instrumentos del aparato técnico y racionalizar el proceso óptimo de los mismos para la obtención de fines preestablecidos de antemano por el sistema, o sea, dicha razón es acrítica ante esto. Con esto quiero decir que no importa si los medios son éticos o no, sino la funcionalidad cuantificable del objetivo final. Conviene subrayar que a raíz del incremento del modo de producción bajo el auge de la automatización trajo consigo el establecimiento de una sociedad productora de mercancías. Al mismo tiempo era imprescindible preparar el terreno ideológico para conservar y perpetuar el sistema a través de la domesticación y consumo de los bienes manufacturados.
En concreto, el monopolio de la industria cultural como engaño de masas sería el artífice para la creación de necesidades falsas e imposición de dictados axiológicos que uniforman el comportamiento del sujeto; en efecto, lo anquilosan y refrenan por medio de la homogeneización cultural y estandarización en serie: publicidad, televisión, radio, cine, música, etc. Por ejemplo, el cine de Hollywood no sólo tiene la ambición desmedida de generar cuantiosas sumas de dinero, más bien posee la clara finalidad de ideologizar a la masa con la ayuda de clichés sumamente predecibles en la trama. Y así encontramos múltiples referencias de productos vulgares para el consumo: literarios, musicales, moda, programas de televisión… A mi juicio, Horkheimer y Adorno han dado una buena lectura de la carente producción de contenido crítico de la industria cultural: “Los consumidores son los obreros y empleados (…) La producción capitalista los encadena de tal modo en cuerpo y alma que se someten sin resistencia a todo lo que se les ofrece (…) Las masas tienen lo que desean y se aferran obstinadamente a la ideología mediante la cual se les esclaviza”[1].
Con relación a Marcuse, el cual está emparentado con el análisis teórico de la Escuela de Frankfurt, es importante retomar los conceptos de “necesidades verdaderas y necesidades falsas” que desarrolla en El hombre unidimensional. En primer lugar, las necesidades verdaderas son aquellos bienes de consumo esenciales para la vida del ser humano y de los cuales no puede prescindir, el hecho de carecer de alguno de ellos equivaldría a un atentado contra la dignidad humana. Concretamente hablamos de las necesidades vitales como el alimento, el vestido y la vivienda. Marcuse es muy tajante en este sentido, el sujeto al no satisfacer esta serie de necesidades se verá imposibilitado de realizarse como persona; pongamos por caso a un infante desvalido que deambula por las calles en busca de comida y no tiene lugar dónde guarecerse de las calamidades que aguardan en la intemperie, ¿cómo pretender que el niño está en vías de llevar a cabo un proyecto personal a futuro si ni siquiera puede satisfacer una necesidad fisiológica tan elemental como alimentarse? En segundo lugar, las necesidades falsas son aquellas condicionantes creadas por el sistema para propiciar un vínculo dependiente del ser humano con el mercado, en otras palabras, necesidades represivas impuestas por el capital que solo tienen un claro objetivo para Marcuse: dilatar la agresividad, la miseria y la injusticia. De modo que la preponderante lógica de ensañamiento de la racionalidad tecnológica extiende la alienación en un espacio delimitado por la unidimensional de un ser humano al que se le ha anulado su sentido crítico.
Como resultado de lo anterior tenemos a sujetos pulverizados que han perdido la capacidad del asombro, estos son auténticas partículas repletas de insignificancia que no se experimentan a sí mismas como un proyecto de vida. Inmersos en la vida acomodaticia, la mayor felicidad se erige cuando liberamos nuestro ethos mercantil y nos reconocemos en los objetos mediante una fusión fetichista e indivisible: “La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une al individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido”[2].
El sistema tiránico ha trazado con detenimiento las necesidades falsas y las ha intensificado despiadadamente en el capitalismo salvaje. Hoy más que nunca brillan con luz propia a través de los escaparates de ensueño que se exhiben en el mall. El confort de la vida contemporánea prima el estímulo placentero de lo efímero y aminora el sentido de protesta y acrecienta la despolitización. El ser humano al regodearse en la esfera sacralizada del consumo llega a un punto en el que lo único determinante que da sentido a su vida es la elección entre un producto u otro.
Asimismo, este dilema de dar preferencia a unas cosas por otras propaga una severa frustración que no se debe precisamente a la carencia de las mercancías sino al vasto mar de estas. Por ende, hemos trastocado el viejo adagio cartesiano de Pienso, luego existo por el Compro, luego existo. Ante esto, es adecuado retomar una crítica por parte de Severo Iglesias a la plena vacuidad del sujeto atomizado del presente, la cual nos permitirá comprender de mejor manera la correspondencia recíproca entre el consumo y el control social: “La identificación, encuentro del hombre con el mundo, mediación en su conformación como ser humano, historizado e historizante, deviene en la absorción del mundo dentro de sí, convirtiendo su conciencia en campo de batalla de la competencia consumista”[3]. Por consiguiente, es claro e indudable que la vida orientada a la satisfacción inmediata por medio del consumo es un elemento imprescindible para la preservación del sistema en turno, en particular podríamos aludir a una especie de rueda que hace girar al mundo. Como resultado, el consumismo no puede comprenderse a cabalidad sin la preponderancia operativa del capital, dicho de otra manera, sin vislumbrar lo que subyace en la estructura de la interrelación entre mercancías que ocultan la realidad social. Este contexto teórico-ideológico-político antecede una serie de reflexiones que, a continuación, desplegaré no sin remarcar el imperativo de volver a repensar nuestras realidades sociales (¿por qué no?) otra vez (o ahora sí) desde la izquierda.
2. El desempleo como conservación del sistema
Es importante hacer una breve reflexión en particular sobre el desempleo en las circunstancias actuales de “aislamiento” producto de la vorágine epidémica que azota al mundo. Los estragos de la pandemia no sólo se han observado en la multitud de muertes derivadas del virus, sino también en el ámbito laboral. Tras la decisión gubernamental del cierre de específicos giros de negocios, se terminó por agudizar aún más la de por sí tan golpeada economía de la mayoría de los mexicanos. El sector informal y las microempresas fueron las de mayor afectación generando una considerable pérdida de empleos. De un momento a otro, un importante número de connacionales se vieron imposibilitados de laborar y percibir un salario, por lo tanto, millones de familias se han visto perjudicadas por el desempleo.
Hay algunos optimistas que derraman ingenuidad manifestando que la pandemia ha dado al traste con el capital y afirman con solemnidad que se le ha asestado un duro golpe al mismo. A mi parecer, no es así, el sistema se revestirá de mayor ferocidad para lograr una pronta recuperación. No hay que olvidar lo que el viejo Marx había señalado acerca del desempleo estructural del capital como fundamento para su sostenimiento, así que cuando habla del ejército industrial de reserva hace un claro énfasis en la idea de que una sobrepoblación desempleada es vital para eternizar la precariedad. De manera que esto al sistema le permite la explotación, la rebaja de salario, el recorte de personal y los despidos injustificados, esta serie de características se han reproducido a mayor escala en tiempos de pandemia. Al fin y al cabo, siempre habrá una reserva ataviada de miseria que por un ínfimo salario trabajará para lograr su subsistencia. Unos van y otros vienen.
3. ¡Quédate en casa!
Durante el año hemos estado expuestos a esta sentencia repetitiva y promulgada desde el confort, esto es, una petición proveniente de un estamento social con buen posicionamiento económico y que no muestra solidaridad alguna por el pobre. En un país con una desigualdad exorbitante y el progresivo deterioro de la vida es de gran complejidad respetar dicha solicitud. Así que gran parte de la población no dejó de trabajar, debido a la precaria economía latente: quedarse en casa era poco factible cuando se tiene hambre. Otros en cambio se vieron inhabilitados forzosamente durante la cuarentena y estuvieron en el desamparo a la espera de la reactivación económica para incorporarse a sus actividades.
No obstante, hay un asunto central y sumamente mezquino e inhumano (no es de extrañar) que asumieron diversas empresas que no dejaron de ejercer operaciones, se trata de la rebaja salarial, la cual estaba sustentada en la idea de la poca afluencia de labores y eso era determinante para salvaguardar los intereses de la compañía. Como podemos apreciar, se amplificó el menosprecio por la integridad de la persona que se expone a trabajar en pandemia. Por otro lado, los individuos que han tenido la “aparente” comodidad de trabajar desde casa, también han sido víctimas de una nueva forma de sobreexplotación laboral, en la cual no hay siquiera respeto alguno por los horarios estipulados de trabajo. En definitiva, el home office se ha convertido en una disponibilidad desmesurada de casi 24 horas.
4. El consumo digital en tiempos de pandemia
En un sistema que depende en demasía del consumo y el cual se ha visto afectado por la pandemia que ha propiciado el cierre de comercios no esenciales y en consecuencia la considerable disminución o pérdida de trabajo, cabe preguntarse ¿hacia dónde se ha volcado el interés por parte de los consumidores? En la primera parte abordamos cómo a lo largo del siglo XX se fueron dando los condicionamientos impuestos de dominación social vía el consumo. Ahora deseo centrarme en el presente y meditar en relación con lo que vivimos actualmente en cuanto al requerimiento del consumo a través del comercio electrónico (e-commerce).
Si el ser humano de alegre candor pensaba que nos limitaríamos de las compras superfluas en época de pandemia, ¡oh, lo lamento!, ¡el despilfarro!, ¿y el ahorro? No, ese jamás. Someternos a una estricta disciplina para priorizar determinados artículos indispensables de primera necesidad, es una tarea que atañe directamente a individuos que poseen una economía con escasa estabilidad y los cuales por obvias razones resentirán aún más los fatídicos daños de la pandemia. Dicho de otro modo y de una manera más coloquial, valga la expresión: hay que ajustarse el cinturón con el objetivo de reducir gastos. Por el contrario, los sujetos que tienen mayor poder adquisitivo, además de adquirir lo sustancial, su holgura económica les permite realizar continuos gastos superiores y son estos los que más han contribuido a acrecentar las arcas del comercio digital, y conviene destacar que lo han catapultado en el presente año como nunca. Una de las causas que también apuntaló este giro de negocio, ha sido la propia reactivación económica de los establecimientos comerciales, los cuales se han adentrado en una dinámica rigurosa de cuidado que han estipulado las autoridades para evitar la propagación del virus.
Todo esto ha generado que la experiencia de compra se vea coartada por los lineamientos sanitarios a seguir. Debido a esta razón, infinidad de personas han encontrado una gran comodidad al realizar compras en línea, así no se exponen a puntos de alta concentración de personas y lo mejor es que reciben los artículos hasta las puertas de su hogar. Por esto, el comercio electrónico está en la cúspide, ha sabido aprovechar el confinamiento y el retail convencional que no se ajuste a las demandas del presente mediante la utilización del marketing digital y la disposición de productos y servicios por medio de internet están condenados a la extinción. De ahí que muchas compañías alternan su giro de negocio entre tienda física y on–line.
Millares de posibilidades de satisfacción a través de nuestros dispositivos digitales e interminables mercancías con tiempos de vida cada vez más reducidos y el usar y el desechar como característica esencial del consumo. Así es la vida actualmente, marcada por una fabricación de bienes que se enmarcan en un parámetro cultural muy en específico, la relación hombre-mercancía está ligada a un sistema de valores y estilos de vida condicionados e impuestos en una determinada región: “Las necesidades están, en esta perspectiva, estrechamente especificadas de antemano en relación con objetos finitos. Sólo hay necesidad de tal o cual objeto y la psique del consumidor, en el fondo, no es más que una vitrina o un catálogo”[4].
Habitamos una cultura que se basa principalmente en el deseo de comprar, el solo hecho de poseer más que los demás nos remite a un cierto estatus que implica superioridad y mayor realización. Esto ya lo había señalado Fromm en Tener o ser, es una aflicción extrema estar encadenado a deseos pasajeros que se sacian a través del consumo. Sin embargo, el individuo de la sociedad postindustrial no es consciente de ello, él sólo se ha acostumbrado a vivir bajo la idea de que quien no tiene, simplemente, no es. Por lo tanto, mitiga su pesadumbre y evade la realidad con el sonido de la caja registradora.
La deuda pendiente del ser humano es contrarrestar de sabia manera los embates del marketing y ser conscientes de todo aquello que verdaderamente es necesario. La pandemia vino a recrudecer aún más la brecha desigual entre la miseria y el confort. Y ante una emergencia de esta magnitud a nivel mundial, es importante consumir lo imprescindible. Desgraciadamente no será así, no es factible dada la desproporcionada alienación del individuo y la recalcitrante individualidad en la cual está cautivo. Así que, en tiempos de pandemia, ¡sálvese quien pueda!
Bibliografía
Baudrillard, Jean. La sociedad del consumo. España. Editorial Siglo XXI. 2009.
Fromm, Erich. Tener o ser. México. Fondo de Cultura Económica. 2006.
Horkheimer & Adorno. Dialéctica de la ilustración. Madrid. Editorial Trotta. 1998.
Iglesias, Severo. Crítica de la comunicación social. México. Editorial Tiempo y Obra. 1981.
Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. México. Editorial Joaquín Mortiz. 1984
[1] Horkheimer & Adorno. Dialéctica de la Ilustración. Editorial Trotta, Madrid, 1998, p. 178.
[2] Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. Editorial Joaquín Mortiz, México, 1984, p. 31.
[3] Iglesias, Severo. Crítica de la comunicación social. Editorial Tiempo y Obra, México, 1981, p. 128.
[4] Baudrillard, Jean. La sociedad del consumo. Editorial Siglo XXI, España, 2009, p. 75.