
LEVADURA se va. Hemos concluido un ciclo, una etapa. Hemos llegado al final de un camino de 5 años en donde sostuvimos la empresa sin alardes pero también con una obstinación inquebrantable.
Cinco años en donde LEVADURA llegó mes tras mes sin faltar uno, cada día 20. No lo hicimos solos. Hubieron decenas de colaboradores que, sin recibir nada a cambio, se obcecaron al igual que nosotros. Sin ellas, sin ellos, no lo hubiéramos logrado.
Nosotros fuimos al principio 5 compinches, uno por cada año de LEVADURA; Damián, Miguel, Víctor, Roberto y yo. Luego vinieron editoras y editores, responsables de área, entre otras espléndidas compañías. Sería injusto nombrar puesto que la lista es prodigiosa. Por un trecho largo o corto, pero siempre generoso, fundadores y cómplices caminamos tomados de la mano. Utopía que se salvó, en algunos casos, por otras manos que vinieron a ayudar.
Poco a poco, y por diversas razones, algunos de nosotros comenzamos a partir. Cada partida una desprotección, una pequeña caída, un resbalón, un desajuste emocional que tratamos de cubrir con nuevas invenciones, o eso creímos.
Con orgullo digo que nunca un grupo estuvo tan solo y al mismo tiempo tan acompañado, a causa de nuestra independencia y nuestra lealtad al proyecto, y a quienes lo llevamos a cabo. CONARTE al principio nos apoyó con un trueque por publicidad, y la Secretaría de Cultura de la UANL a través de nuestro entrañable amigo José Garza toda vez que nuestra tarea o nuestros inventos se quedaban sin aire. Pero siempre fuimos avaros en el pedir. Nada podemos reprochar a nadie salvo a nosotros mismos y al tamaño de nuestras fuerzas.
Por fin llego 2020 y con él la desazón nos alcanzó de modo cruel. La pérdida de gente querida, el aislamiento donde ya no pudimos vernos cara a cara y abrazarnos de vez en cuando, el peligro permanente de uno menos en nuestras filas. Acaso nos agotamos por falta de recursos económicos pero también de los otros, soledad, confianza, vaya uno a saber.
LEVADURA se va. Escribo esta frase y me resulta ajena. ¿Donde no hay dinero hasta el corazón de la empresa se pierde? No lo sé. Sostenerla, sostener la empresa, sostener cada número de LEVADURA, a costa del trabajo sin remuneración para nuestros maravillosos editores, los que se fueron y los que quedaron, sostener las ediciones, los dictámenes, las colaboraciones, las invitaciones, los responsables de cada sección. Y apretar los proyectos, apretar los ojos y decir hasta aquí, ha sido y es muy duro.
No podemos prometer que volveremos a soñar. Tampoco podemos imaginarnos solos. Por mi parte me resisto a decir que el COVID-19 nos contagió. Más bien digo que en el futuro pudieran renacer LEVADURAS y raras ocurrencias sobre la cultura, el arte, las ciencias… sólo que será en una nueva dimensión y otra índole.
Este proceso lo damos por concluido de común acuerdo y con el corazón abierto a lo que venga. Quizás cuando un grupo de locos se vuelva a querer lo suficiente como para imaginar otra vez a la palabra enamorada, en busca de la gente.