“¡No se asuste usted porque ahora de repente, le aborde con un saludo y una petición!”

Así comenzaba la primera carta que Hermann Hesse le envió a Stefan Zweig un día no registrado de enero de 1903. Ambos eran jóvenes escritores en busca de interlocución, de intercambiar libros e impresiones. Amaban a Verlaine y lo habían traducido al alemán. Hesse le envió a Zweig, junto a la misiva, la pequeña plaquette…