
En esta época posmoderna, cuya característica particular es su liquidez y la mutilación de la trascendencia de las cosas y de las personas en la cultura, resulta común haber perdido de vista un anime cuya aparición se remonta a 2006, es decir, a ya catorce años de distancia. Me refiero a Welcome to the NHK o por su nombre en japonés NHK ni Yōkoso!
A diario el mercado nos inunda con nuevas producciones, por lo que no es extraño observar cómo una obra que causó un alto impacto en un primer momento, es olvidada prácticamente de un día a otro. El esplendor inicial de una serie es opacado por el esplendor magnánimo y fugaz de la siguiente que, tan pronto hace su aparición en el escenario social, ya se está devaluando, perdiendo vigencia y popularidad. La Dialéctica de la ilustración de Max Horkheimer y Theodor W. Adorno delinea perfectamente este fenómeno: la cultura, al hacerse industria, es decir, al cosificarse, ya no lanza obras artísticas en sí, sino objetos de consumo que agregan un valor, aunque sea simbólico, es decir, la industria cultural termina siendo una dimensión más del capital y el capital a su vez es el motor de la ilustración.
En un mundo y momento en los cuales el capital se hace lo más líquido posible para fluir y reproducirse, es natural que las obras culturales también pierdan su contenido trascendente y sean meros éxitos del momento, que tracen signos que la sociedad reproduce descargados de contenido; la moda, ese cambio incesante, termina siendo el status quo del sistema y a su vez la razón de su permanencia. La industria cultural marca parámetros de comportamiento a través de la moda, de los éxitos del momento y de sus estrellas.
En un entorno así el que una obra se mantenga ya no como éxito, sino elemento significador y significado, que apele a lo humano y a su existencia, es sumamente difícil, ni hablar de que una obra producida desde las bases sociales despegue al nivel de visibilidad universal. Estas son ideas de quienes, sin tener algo, solo pueden soñar. Es por ello que obras que sobreviven a los embates del tiempo y se añejan sin perecer en el olvido, son tan fascinantes. La literatura universal, por poner un ejemplo, es una prueba de que una obra no está contenida y reservada a un territorio y tiempo pasado, sino que pertenece a todo lugar y a todo tiempo, pues más allá del punto geográfico desde el que se escribió y que describe, y más allá del tiempo en que la obra se gestó, la obra en sí misma apela a lo humano y a sus cualidades: cuestiones como el amor, el miedo, el odio, la angustia, la culpa, el deseo, la mentira o la verdad, son temas humanos en sí que nada tienen que ver con nacionalidades, imperios, reinos o épocas. Lo mismo sucede hoy en día, a pesar de que la industria cultural vacía las obras al limitarlas a ciertos segundos de fama, y a pesar de que esta misma industria produzca obras en serie como mero producto, existen algunas que conservan su cualidad de trascendencia en sí mismas, obras que resultan ser anormales por esta característica en un mundo acostumbrado a ver nacer y morir instantáneamente producciones que posteriormente se relegan al olvido. El que una obra se mantenga como tal sin el impulso posterior de la industria, es un indicador de que algo salió mal y que esta obra más que reproducir el capital, lo cuestiona; más que marcar e imponer una conducta o moda, profundiza y apela a lo humano en sí, como si de pronto esta obra nos hiciera recordar que somos personas y no máquinas consumidoras y que se consumen.
Welcome to the NHK es una obra cuyo contenido, más allá de la comedia que hace del absurdo y el vacío más llevadero, sobresale por su crudeza. Pero vamos por partes. ¿Qué es NHK? Por sus siglas es la Nippon Hōsō Kyōkai (Corporación Radiodifusora de Japón), una compañía de medios de comunicación, opera cadenas de televisión y de radio y tiene presencia a nivel nacional e internacional. En términos concretos, la NHK podría ser clasificada como un miembro más del oligopolio informativo, en conjunto con la BBC, CNN o RT. Si uno decide verlo con ojos más críticos, la NHK es el aparato ideológico por excelencia de la isla nipona, la detentadora del monopolio de la información y la constructora de opinión pública, Welcome to the NHK, haya sido o no la intención de su creador Tatsuhiko Takimoto, termina volviéndose una crítica o mofa de la cadena radiodifusora al ponerla como una especie de matrix creadora de metarealidades que adormece a los sujetos.
Pero, nuevamente, vayamos paso a paso. Esta obra originalmente fue una novela, después fue convertida a manga y finalmente adaptada al anime. Narra la vida de Tatsuhiro Satō, un chico de 22 años, el cual desertó de la universidad y se hizo un hikkikomori. Durante tres años ha vivido del dinero que sus padres le envían a Tokio, pues no saben de su deserción. En términos generales, sobre esta base es que la serie gira, pero ¿qué es un hikkikomori? Es el término japonés para referirse a aquellas personas que han decidido voluntariamente recluirse en sus casas o habitaciones y dejar de entablar contacto con el exterior, en cierta medida, es un aislamiento voluntario del mundo, una forma de bloquear a este y sus problemas; la reclusión en el yo es la última barrera ante un mundo o realidad caótica que presiona más y más. Es importante mencionar que el fenómeno de reclusión voluntaria no es propio ni se limita a Japón, este problema se extiende alrededor del mundo y podría clasificarse como un problema relativamente moderno, producto de la entrada de un sistema capitalista que exige su reproducción en cada uno de nosotros y presiona hasta extraer todo valor de nuestro ser: “Ser más productivo”, “Ser más competente”, “Ser más creativo”, “Generar más dinero”. El aislamiento voluntario forma parte de los efectos que tiene el sistema sobre esos que no pueden cumplir con sus expectativas, autoexiliados del sistema que se apartan para no desacelerarlo; ya lo decía Byung-Chul Han, en la sociedad de la transparencia el revolucionario termina siendo convertido en suicida al ya no explotar contra un sistema que lo explota y, al contrario, implotar contra sí mismo al individualizar sus fracasos, manteniendo a la estructura o sistema que genera esa competencia insana que arrincona al ser en la frustración intacta de toda crítica o acción política y, en el peor de los casos, el sujeto termina suicidándose. Sin embargo, tal vez esto se pueda complementar de la siguiente manera, en la sociedad posmoderna el revolucionario es convertido en suicida y, por qué no, en hikkikomori, un paria del sistema, un leproso de este mismo que decide aislarse a sí mismo antes que exponer su incompatibilidad con la sociedad líquida, de cierta manera, un apátrida sin un sentido de pertenencia a ningún lado. A un inadaptado social el sistema le ofrece tres opciones: apartarse por cuenta propia del camino del capital, adaptarse al capital o morir. En un sistema necrótico las tres opciones comparten el mismo principio de muerte, una física y dos metafísicas.
Welcome to the NHK es una obra cuyo contenido, más allá de la comedia que hace del absurdo y el vacío más llevadero, sobresale por su crudeza.
Welcome to the NHK es una obra absurda, como solo las mejores obras del siglo XXI lo pueden ser, no hay un sentido real en nada y esto se explota bien en la serie. La NHK es presentada como la sociedad u organización secreta que organiza una conspiración para convertir a todos en hikkikomoris; así, la NHK queda convertida en la Nippon Hikikomori Kyokai (Asociación Hikikomori Japonesa). Y es que eso es lo que el capital es, una abstracción que solo puede ser entendida en nuestro imaginario como una organización gigantesca. A pesar de que en la vida material existen corporativos que terminan por ser los representantes del capital, es decir, a pesar de que en la vida cotidiana convivimos con los representantes del capital a través de las marcas que consumimos, las aplicaciones que descargamos, las páginas que visitamos, las cosas que bebemos, la ropa que usamos, los transportes que andamos, lo cierto es que estos no son más que medios del capital, ni siquiera los directivos de compañías o la estructura material de la cede de la compañía podrían ser señalados para decir “ese es el capital y ahí está”. El capital es una mera abstracción que habita nuestro imaginario colectivo: presentarla como una organización diseñadora y ejecutora de conspiraciones no es más que otra de las tantas formas de concebirla, una forma extrema, quizá, pero es que para algunos que han sido arrastrados al límite, así es.

El suicidio, la depresión, el miedo al futuro y la ansiedad son otros de los elementos que se enmarcan en esta obra, un coctel de temas tabú de los que nadie quiere hablar y que se callan en las sobremesas. Estas son las enfermedades el siglo XXI, no porque antes estas cuestiones fueran inexistentes, trabajos como el de Durkheim o Camus dan prueba de que han sido tema de estudio desde hace años, sin embargo, lo que es cierto, es que a pesar de que el suicidio, cuando menos en la sociedad japonesa, es un fenómeno social “común” y se ha conformado toda una cultura sobre el mismo, no se puede omitir el hecho de que el sentido que hay detrás de este, las motivaciones y razones para cometerlo han variado enormemente de una época pasada a la actual. Mientras que en el pasado el suicidio en Japón (no siempre) se cometía para recuperar el honor, en la modernidad buena parte de estos se cometen por soledad o una silenciosa depresión que no se apoya en nadie.
De nueva cuenta en la posmodernidad que promueve el capital líquido, que a su vez individualiza al ser, el yo termina convertido en la propia celda y el contacto con el otro cada vez se limita más y más a lo esencial. El sentimiento de soledad solo surge ante el conocimiento de la existencia del otro, del otro al que se percibe que nos ha abandonado. Este sentimiento se potencia ante la imposibilidad de generar un contacto real con el otro, producto de una sociedad individualizada e individualizante. De cierta forma, el capital nos convierte a todos en hikkikomoris, encerrados en nuestro ego, y siempre y cuando continuemos siendo funcionales, esto no le importa al capital. Así, una ciudad termina siendo un centro de reproducción de soledades que caminan por la calle sin encontrarse, una ciudad contenedora del capital que a su vez reproduce la ansiedad y depresión, pues este efecto secundario se encuentra implícito en la estructura y, recordemos, hay condiciones psicológicas generadas por desbalances químicos o por cuestiones físicas, pero, y Durkheim lo dejó claro, hay condiciones generadas por la estructura o sociedad misma, un sistema basado en la explotación, la competencia y la hiperindividualización, que terminará por generar sujetos enfermos. La utilidad es la unidad de valor de una persona, uno vale mientras más útil sea, por tanto, la depresión o ansiedad son vistas en esta época como una devaluación del sujeto económico. Una persona que no produce o consume es vista como una carga, la depresión o ansiedad, en este sentido, se debe de ocultar y/o recluir, tal como los leprosos. Pero una persona funcional con depresión es una persona que el sistema interpreta como sana, sin interesarle lo que esa persona sienta o piense. Una persona con depresión e incapacitada para el trabajo, es clasificada por el sistema como pérdida y es expulsada del sistema ya sea por orden expresa o por sugerencia.
¿La reclusión voluntaria es una revelación contra el sistema o es una derrota ante el mismo? El sujeto que se recluye podría pensarse como derrotado, pero, así como el que se auto inmola como forma de protesta política, el que se recluye voluntariamente podría ser visto como síntoma de que el sistema actual está mal, al grado de arrinconar a ciertos sujetos abrumados por el mundo a un suicidio social, el grito silencioso de la humanidad contemporánea.
El final de la serie es esperanzador para el protagonista y sus amigos en tanto sujetos individuales, pero triste en términos generales y sistémicos. Una aparente contradicción, pero es que existe cierta felicidad en ser integrado al sistema, pues le devuelve a los sujetos un sentido de pertenencia, una felicidad que podría ser catalogada por algunos de enfermiza. Pero sin entrar en el debate sobre lo que la felicidad es o no, se debe mencionar que Satō y sus compañeros, cada uno representante de una enfermedad contemporánea como la ansiedad, la depresión y la obsesión, comienzan a vivir una vida feliz, de cierta forma están “rehabilitados” y dispuestos al sistema y sus convenciones. Esos inadaptados se reintegran a la estructura del capital terminando unos con trabajos, otros con familia y algunos estudiando, es decir, siendo sujetos funcionales, un mensaje de que de este sistema solo se puede salir con la muerte y que la felicidad se encuentra en sus convenciones. Welcome to the NHK podría ser clasificada paralelamente como una obra de la esperanza y de la desesperanza.